tag:blogger.com,1999:blog-5588223404830557022024-03-04T20:14:01.623-08:00ALEJANDRÍA - BIBLIOTECA DIGITALBLOG DEDICADO A TEXTOS LITERARIOS USADOS EN EL COLEGIO MANUEL BELGRANO Y REVOLUCIÓN DE MAYOCLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.comBlogger38125tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-3583980970743297272015-01-24T13:54:00.003-08:002015-01-24T13:54:55.476-08:00EL SUEÑO DEL PONGO<h4 style="text-align: right;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif; font-size: x-small;">JOSÉ MARÍA ARGUEDAS</span></h4>
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<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif; font-size: x-small;"><br /></span></h4>
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<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif; font-size: x-small;">A la memoria de Don Santos Ccoyoccossi Ccataccamara. Comisario Escolar de la comunidad de Umutu, provincia de Quispicanchis, Cuzco. Don Santos vino a Lima seis veces: consiguió que lo recibieran los Ministros de Educación y dos presidentes. Era monolingüe quechua. Cuando hizo su primer viaje a Lima tenía más de sesenta años de edad; llegaba a su pueblo cargando a la espalda parte del material escolar y las donaciones que conseguía. Murió hace dos años. Su majestuosa y tierna figura seguirá protegiendo desde la otra vida a su comunidad y acompañando a quienes tuvimos la suerte de ganar su afecto y recibir el ejemplo de su tenacidad y sabiduría.</span> </h4>
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Un hombrecito se encaminó a la casa hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia.
— ¿Eres gente u otra cosa? le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.
Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
— ¡A ver! dijo el patrón por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas ma-nos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! — ordenó al mandón de la hacienda.
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran, sin embargo, como las de un hombre común. To-do cuanto ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. “Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza”, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. “Sí, papacito; sí, mamacita", era cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también, por-que no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba gol-pes suaves en la cara.
— Creo que eres perro. ¡Ladra! le decía.
El hombrecito no podía ladrar.
— Ponte en cuatro patas le ordenaba entonces.
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
Trota de costado, como perro seguía ordenándole el hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo.
— ¡Regresa! le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.
El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.
Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.
— ¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! mandaba el señor al cansado hombrecito . Siéntate en dos patas; empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imi-taba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.
— Recemos el Padrenuestro decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.
En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.
— ¡Vete, pancita! solía ordenar, después, el patrón al pongo.
Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos .
Pero… una tarde a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacien-da, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía como un poco espantado.
— Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte dijo.
El patrón no oyó lo que oía.
— ¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? preguntó.
— Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte repitió el pongo.
— Habla…si puedes contestó el hacendado.
— Padre mío, señor mío, corazón mío empezó a hablar el hombrecito . Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.
— ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio le dijo el gran patrón.
— Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos juntos; desnudos ante nues-tro gran Padre San Francisco.
— ¿Y después? ¡Habla! ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
— Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
— ¿Y tú?
— No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.
— Bueno. Sigue contando.
— Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: "De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que Io acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de miel de chancaca más transparente".
— ¿Y entonces? preguntó el patrón.
Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.
— Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
— ¿Y entonces? repitió el patrón.
— "Angel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre", diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transpa-rente.
— Así tenía que ser dijo el patrón, y luego preguntó:
— ¿Y a ti?
— Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: "Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excre-mento humano".
— ¿Y entonces?
— Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. "Oye, viejo ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel , embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas ¡Rápido!''. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando...
— Así mismo tenía que ser afirmó el patrón . ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
— No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: "Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo”. El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.
CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-60116824939521282142013-09-23T20:04:00.001-07:002013-09-23T20:22:42.994-07:00EL GATO NEGRO*Edgar Allan Poe
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<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnka14po-RRvX-VnIrvAdZbCW3fDKvZQ2WhWoaXfZrQuU2sUd2Las09kUUbMvGcaxXGtqbU_t7YaMRy4_TA3D56eV4yZ7UsL6Kqqw7ee_ko3qT99L7ezGfuFFGkGheyHPMClCvMmwpKqtl/s1600/MISSY.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnka14po-RRvX-VnIrvAdZbCW3fDKvZQ2WhWoaXfZrQuU2sUd2Las09kUUbMvGcaxXGtqbU_t7YaMRy4_TA3D56eV4yZ7UsL6Kqqw7ee_ko3qT99L7ezGfuFFGkGheyHPMClCvMmwpKqtl/s200/MISSY.jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Missy</td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: large;"> N</span></b>o espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. </div>
<div style="text-align: justify;">
Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre. </div>
<div style="text-align: justify;">
Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato. </div>
<div style="text-align: justify;">
Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla. </div>
<div style="text-align: justify;">
Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle. </div>
<div style="text-align: justify;">
Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor. </div>
<div style="text-align: justify;">
Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad. </div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido. </div>
<div style="text-align: justify;">
El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible. </div>
<div style="text-align: justify;">
La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza. </div>
<div style="text-align: justify;">
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal. </div>
<div style="text-align: justify;">
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra <span style="font-size: 11pt; text-indent: 78pt;">recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las
llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 78.0pt;">
<span style="font-size: 11.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div style="text-align: justify;">
Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar. </div>
<div style="text-align: justify;">
Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho. </div>
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Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él. </div>
<div style="text-align: justify;">
Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer. </div>
<div style="text-align: justify;">
Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste. </div>
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Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros. </div>
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El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal. </div>
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Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte! </div>
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Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón. </div>
<div style="text-align: justify;">
Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba. </div>
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Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies. </div>
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Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas.</div>
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El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso. </div>
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No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano". </div>
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Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma. </div>
<div style="text-align: justify;">
Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una pesquisa en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada. </div>
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Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi inocencia. </div>
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-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez. </div>
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Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón.</div>
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¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación. </div>
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Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba! </div>
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* Traducción de Julio Cortázar
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CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-77731049681921821382011-02-27T13:39:00.000-08:002016-09-18T12:50:18.787-07:00EL LIMONERO REAL, (fragmentos)<div style="text-align: right;">
JUAN JOSE SAER</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioG5_g0fvneSYIMVETA8cBiD_qTxe1V0WIUMIm8E-Xt6NfXAazD0A8hCnkUXFvS5eyDfy8x5qw0ARN-w1yUDFD4tZwP1s0WwrOCByFjTfzZ1sHerMndM7C2O9D8cZpQ-cYBGB0XV1uaB2C/s1600/EL+LIMONERO+REAL.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioG5_g0fvneSYIMVETA8cBiD_qTxe1V0WIUMIm8E-Xt6NfXAazD0A8hCnkUXFvS5eyDfy8x5qw0ARN-w1yUDFD4tZwP1s0WwrOCByFjTfzZ1sHerMndM7C2O9D8cZpQ-cYBGB0XV1uaB2C/s400/EL+LIMONERO+REAL.jpg" /></a>Era vea un solo ver agua. Agua y después más nada. Más nada.</div>
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Aparece en eso una islita. Apenas vea si usté podía hacer pie de tan chiquitita que era. Cabía a lo más uno solo parado, derecho, y sin moverse porque sinó se iba al fondo. Y pura agua alrededor. Aparte de eso, más nada. Más nada.</div>
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En eso, a unos veinte metros, la misma islita. No otra, no vaya a creer, no, la misma, vea, igualita. La misma, únicamente que dos veces, una a unos veinte metros de la otra, chiquititas las dos, tan chiquititas que arriba de ellas no cabía más que uno solo parado, derecho. La misma islita dos veces, pura agua alrededor, y después más nada. Más nada.</div>
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Aparece en eso otra vez la islita, siempre a unos veinte metros de las otras dos, en triángulo que le dicen, vea. Tres veces la misma islita. Alrededor, hasta donde usté quisiera mirar, agua, pura agua. Y aparece después otra islita, y después otra, y otra, y otra. Siempre la misma islita, muchas ve-ces aquí y allá, apareciendo despacio, sin mover el agua, todavía de barro blando. Muchas veces la misma islita. Alrededor, pura agua. Pura agua y después más nada. Más nada.</div>
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Al rato había tantas, digo había aparecido tantas veces, la misma islita, que usté podía pasar saltando de una a la otra, sin miedo de meter la pata en el agua. Y no bien usté había terminado de saltar de una islita y me va creer vea si le digo que era siempre la misma, no había vea terminado de saltar que ya estaba apareciendo otra vez la islita entre las dos, cosa de que si usté esperaba vea un minuto, vea, podía haber pasado caminando lo más tranquilo. Así hasta que se vio que todas las islitas estaban queriendo formar una sola. Quedó la isla grande y alrededor pura agua. Pura agua y después más nada. Más nada.</div>
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Ahí quedó nomás la isla secándose al sol. Porque ya estaba el sol arriba vea, arriba, dando vea de lleno. Primero era de barro tan blando que usté no podía caminar. Y agua alrededor por todos lados. El sol pegaba juerte, pero a la noche se le daba por desaparecer y todo quedaba negro y volvía a refrescar. Pero no bien despuntaba el otro día aparecía de nuevo y otra vez a dar de firme contra la isla el santo día. Se vio que en cuantito pasara un tiempo y si encima bajaba el agua, la isla se iba no-más a secar. Qué le voy a decir el tiempo que pasó. Perdimos vea la cuenta. Y todavía quedaron mon-tones de cuajarones de barro por toda la isla. Partes secas, no le voy a decir que no había. Pero usté hacía un hoyo y no bien empezaba a aujerear más hondo, ya principiaba vea a ver tierra negra, y hasta podía ver culebrear alguna que otra lombriz y si usté se descuidaba y seguía cavando más abajo capaz que hasta brotaba agua. A mí se me hace que lo que se dice seca seca nunca quedó. Y eso que usté al tiempo no veía más ningún cuajarón. El agua también bajó, o en una de esas fue la isla la que se vino para arriba. Usté vea caminaba hasta el borde y podía ver igualito que ahora el agua dos metros más abajo. Así se formó la barranca, que el agua come. Tan seca quedó la tierra que se puso de un color gris al principio, y después como blanca. Donde habían estado los últimos cascarones se hundió un poco, quedó lisita lisita y toda partida. Menos mal que se largó a llover, porque ya daba lástima esta isla de lo seca que estaba. Daban gusto los aguaceros. Y cuando pararon, vea, cuando pararon, usté no me va creer vea lo que le digo, cuando pararon los aguaceros, no va que aparece toda la tierra vea llena de unas hojitas verdes, así de chiquitas, que empezaron vea a brotar. Toda la tierra llena de hoji-tas verdes. No se podía dar un paso sin aplastar montones. Pero no bien usté venía de aplastarlas ellas volvían a brotar. Algunas quedaron chicas chicas nomás como aparecieron. Pero otras empezaron a crecer de firme y cuando menos nos descuidamos ya estaba toda la isla llena de yuyos de sapo, de verbenas, de cardos, de sauces, de curupíes, de algarrobos, de laureles. Había tantas plantas que ya casi no se podía caminar, y si usté quería llegar de una punta a la otra de la isla tenía que ir abriéndose paso con un cuchillo. Había unas flores coloradas grandes así. Usté las cortaba y volvían a salir. De más crecían, vea, de más. Por gusto nomás hubiese sido lindo que usté hubiera visto lo que era la isla antes de los aguaceros para darse una idea de lo que le estoy diciendo: toda chata y de una tierra blanca, blanca, sin una sola hojita verde. Y no va que un día que andamos atravesando la isla a golpe de cuchillo ya le digo porque si no no había forma de avanzar, cuando llegamos a la otra punta y nos paramos en el filo de la barranca vemos que enfrente, a unos trescientos metros más o menos, hay otra isla igualita que la nuestra. A mí se me hace que había sido la misma islita apareciendo otra vez arriba del agua, tantas veces que terminó por formar otra isla grande y de seguro que ya estaba para el tiem-po de los aguaceros porque era también toda verde. A lo lejos se divisaban otras islas iguales. Ya no era más como antes que no se veía más que pura agua. Ahora, agua, no le voy a decir que no había. Pero ya vea no estaba toda alrededor como antes. No, vea, ahora pasaba vea entre las islas, para el sur, despacito, y usté no veía moverse más que los bordes, pegando siempre vea contra la barranca y comiéndola de a poco.</div>
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No le quiero mentir con el tiempo que pasó. De noche, después de la época de los aguaceros se veían en el cielo unos puntitos que echaban brillo, sobre todo cuando no aparecía la luna que es re-donda y mucho más grande y echa tanta claridad en el cielo que los puntitos casi que ni se alcanzan a divisar. No va que una vez que bajamos la barranca y nos sentamos al lado del río vimos salir del agua unos animalitos de lo más raros. Eran chiquititos así. Usté los levantaba y se ponía a oservarlos y podía verlos a trasluz. Tenían cuatro patitas y una colita larga y la cabecita terminaba en punta como la cola. Cuando usté los tenía entre los dedos empezaban a coletear, julepeados. Empezaron a salir a monto-nes del agua y eran del mismo color, como las lumbrices, que para esa época se pusieron a engordar. A mi se me hace que de gordas que estaban es que empezaron a salir de la tierra. No me va a creer si se lo cuento: usté vio lo chiquititas que son y sin embargo empezaron a estirarse y a engordar, y una vez que yo estaba en la barranca mirando pasar un camalotal no va que de repente veo una lumbriz gorda como mi brazo que empieza a pasar por encima del camalotal y a meterse en el agua. Como a cinco metros adelante del camalotal vuelve a salir la cabeza, y eso que la cola todavía no había terminado de pasar por encima de los camalotes. Por la forma que tienen de culebrear, igualitas a las de las lumbri-ces, se nos dio por empezar a llamarlas culebras. Son más lindas de ver que las lumbrices. Parecen guascas trenzadas y todas pintadas de colores en el lomo. Vienen haciendo eses, las desgraciadas, y si usté las pisa por descuido capaz le saltan encima. Les gusta salir a lo seco a tomar sol porque son muy remolonas, y se quedan las horas enroscadas, durmiendo. Juegan con los pajaritos. Si por caso se to-pan con uno lo miran fijo y lo dejan como clavado en el suelo; después por jugar se le aprosiman des-pacito y se lo comen. No dejan vea ni los huesitos. Ni las plumas. En cambio los bichitos que veíamos salir del agua al ratito nomás se morían. Se secaban y quedaban hechos una cascarita transparente que cuando usté la quería agarrar se le hacía polvo entre los dedos. Por ver si vivían juntamos unos cuantos y los metimos en un tarrito con agua y los llevamos para el rancho. Empezamos a darles miga de pan y lechuga que al principio no querían comer, pero parece que después le agarraron gusto por-que ya se salían del agua a la hora de la comida y se ponían a caminar por la parte de afuera del tarro y por el suelo. Engordaban que daba gusto. Como a la semana ya tenían un dedo de largo, y si usté los agarraba y se los ponía cerca de la oreja los sentía hacer unos ruiditos raros con la boca. ¿Me va creer si le digo que nosotros habíamos traído cuatro o cinco y que cuando menos nos descuidamos ya había como cincuenta? Para colmo a medida que iban engordando iban cambiando de forma. A algunos les desaparecía la cola, a otros les quedaba la cola pero les desaparecían dos de las cuatro patitas, a otros les crecían orejas, o plumas, o pelos, y hasta cuernos en la cabeza. Cuando menos nos dimos cuenta empezó a haber perros, pajaritos, nutrias, comadrejas, vacas. Vimos salir volando un pechito colorado y un benteveo. De uno que creció grande y se llenó de pelo nos dimos cuenta de que era un caballo por-que empezó a relinchar. En cuestión de dos o tres meses ya estaba la isla llena de animales. Veía las cotorras pasar chillando en la bandada de isla en isla. A mediodía, siempre venía una pareja de torcaci-tas a sentarse en el paraíso y a ponerse a cantar. Era de más, vea, la cantidad de bichos que había. Ya hasta molestaban cuando nos pusimos a sembrar. No bien habíamos tirado el grano que ya bajaban volando las cotorras a picotearlo. Diga que la tierra era buena y daba de sobra todos los años.</div>
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Y menos mal, porque cuando empezaron a venir las desgracias, si no hubieran sido buenas las cosechas a esta hora estaríamos peor todavía de lo que estamos. No va que a uno de nosotros se le empieza a poner el pelo blanco, le empiezan a temblar las piernas, y un buen día se queda dormido y no hay forma de despertarlo. Se había puesto duro, vea, y blanco como ese papel. No sé que le pasaría vea a ese hombre, porque por más vea que lo sacudiéramos ni un pelo se le movía y al otro día nomás empezó a echar un olor que ni acercarnos vea podíamos. Otro día amaneció lleno de lumbrices y des-pidiendo mucho más olor así que lo enterramos porque las lumbrices lo estaban dejando a la miseria. Hicimos lo más que pudimos y no fue culpa nuestra si no se despertó. No era justo, tampoco, no vaya creer, que él se la pasara durmiendo mientras nosotros salíamos a juntar la alberja a la mañana tem-prano, bajo esas heladas. Ahora bueno, por si se despertaba, le dejamos eso sí unos salamines, sardi-nas, un litro de tinto y un poco de galleta. A1 otro día nomás nos pusimos a discutir qué había que hacer si algún otro se nos dormía. Uno dijo que lo mejor era esperar hasta que le aparecieran las primeras lumbrices, y si para entonces no se despertaba, que nomás lo enterráramos. Eso estuvo bien dicho. Pero no va que otro pregunta qué es lo que hay que hacer si vemos que un hombre se nos está que-riendo empezar a dormir. Decidimos que había que cachetearlo para mantenerlo despierto, pero cuando a otro se le dio por dormirse y le empezamos a dar de firme en la cara, se durmió todavía más pronto que el primero y a los dos días nomás ya lo estaban banqueteando las lumbrices. Vimos que si todos se nos empezaban a tirar a muerto como los dos que habíamos enterrado, en cuantito nos descuidáramos nos íbamos a quedar sin brazos para la cosecha. Daba asco ver cómo las lumbrices nos estaban cua-treriando los hombres.</div>
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Días enteros nos pasamos reflesionando. Tanto, que cuando nos descuidamos se nos había pasado el tiempo de la cosecha y las sandías se nos fueron en vicio. Así que hubo que volver a refle-sionar. A la final nos pusimos de acuerdo en que con uno solo que reflexionara bastaba. Elegimos al más cabezón. Le dijimos que tenía que ver de evitar que los hombres se nos empezaran a dormir y también que tenía que ver de evitar que la sandía se nos fuera en vicio cuando nos demorábamos refle-sionando. Ahí mismo nomás empezó a reflesionar el Cabezón. Medio cerró los ojos como si lo molesta-ra la resolana y se empezó a tirar despacito la punta de la oreja. Ha de engordar los piojos, la reflesión, porque ahí nomás se le dio por rascarse la cabeza. Y no va que después de un momento dice que viene de reflesionar algo, que era vea lo que sigue: que el tiempo que se la pasara reflesionando había que mandarle algún regalito para mantenerlo más o menos gordo. Que cualquiera podía juntar la cosecha, pero que para reflesionar había que ser cabezón de nacimiento. Que si no acetábamos era mejor para él, porque era una gran responsabilidá y se estaba toda la vida mejor juntando la cosecha que reflesio-nando. Estuvimos discutiendo un rato largo pero al fin acetamos. De cada diez gallinas, una era para él; de cada diez sandías le dábamos una. Peliamos un rato la cuestión de la sandía, porque el Cabezón la quería calada, hasta que al fin lo convencimos. Se me hace que a la larga le resultó mejor que le diéra-mos las sandías sin calar. Porque como nosotros éramos como treinta, cada vez que nosotros cose-chábamos cada uno nueve sandías él cosechaba treinta, sentado nomás en su rancho déle reflesionar y mateando a la sombra. Misma cosa con las gallinas. Así se estaba el Cabezón mateando a la sombra y reflesionando, el santo día, y al cabo de un tiempo usté ni podía caminar por el patio de su rancho de la cantidad de pollos que andaban picoteando en el patio y de las pilas de sandías que eran más altas que el rancho, y no le esagero. Nunca más las pidió caladas y acetaba igual las que estaban un poco ver-des, total maduraban solas en el patio. Cuando pasábamos frente al rancho, a la hora que juese, siem-pre veíamos al Cabezón mateando a la sombra de los paraísos, con los ojos medios cerrados fijos en la pila de sandías. Parecía sacar de ahí las ideas. Cuando otro se nos empezó a tirar a muerto y lo llama-mos, el Cabezón lo miró un rato y le tocó la barriga, le palpó las piernas, le abrió la boca y le miró la dentadura, y después dijo que el hombre no tenía más remedio, que se iba a la quinta del Ñato. Se iba a trabajar conchabado a esa quinta, el hombre, parece, dijo el Cabezón. Dijo que más valía enterrarlo en seguida que empezara a mandar olor, para no dejárselo a las lumbrices que ya lo debían andar olfa-teando. Y a más dijo el Cabezón que día más día menos todos íbamos a terminar conchabándonos en esa quinta y que más valía tratar bien a los que iban enterrando y a sus familias para que los que se adelantaran no nos dieran una mano de bleque con los patrones. Convenía andar bien con ellos, dijo el Cabezón. Y a más nos dijo que cada vez que alguno se empezara a venir abajo que le lleváramos una ponedora, o un poco de trigo, o un esqueleto de vino común que él lo iba hacer llegar a la quinta del Ñato para que allá vieran que por estos lados se les tenía consideración. Después sacó del bolsillo un pedazo de cresta de gallo así de chiquito y se lo puso en el bolsillo al que estaba echado en el suelo, que ya casi ni se movía. Dijo que con esa cresta los de allá iban a reconocer que de este lado todo es-taba en orden. Era un pedacito de cresta colorada, no una cresta entera. Lo usábamos como santo y seña, que le dicen. Y cada vez que alguno empezaba a temblequear y a querer dormirse, íbamos con una ponedora al Cabezón y él nos daba un pedacito de cresta, ya casi reseca, mire, y se me hace que había de haber estado guardando las crestas de los gallos que metía en el puchero. Ya era demás la cantidad de ponedoras que tenía, y había montones de vino común, tinto y abocado, porque el blanco no lo acetaba, en el patio y de seguro también adentro del rancho. El Cabezón estaba medio tapado entre tantas cosas y apenas si se lo divisaba bajo los paraísos cuando se sentaba en una silla baja a matear, a la tardecita. Y no va que se nos viene otra vez una época de aguaceros y la cosecha de san-día se nos aguó toda. Algunas se fueron en semilla, otras usté las abría y eran pura agua, más blancas que ese papel, otras se quedaban así nomás chicas y no crecían más, un asco de desabridas. A la final no había una sandía ni para remedio. Nos vamos entonces a lo del Cabezón — medio tapado ya le digo entre las sandías y los esqueletos de vino y las gallinas que se la pasaban dando vueltas al pedo por el patio y le decimos que se nos aguó la sandía y que si sigue el agua se nos va a echar a perder tam-bién el máis. Nos dice el Cabezón que la tormenta se para fácil: se hace una cruz de sal gruesa en el suelo, se busca un sapo macho de los más grandes, se lo pone panza arriba, se le abre en cruz el vien-tre con un cuchillo de punta bien afilado, se le sacan afuera las achuras y se deja que la sangre corra por el suelo sin tocar los granos de sal. Le traemos el sapo y la sal, porque dijo que la de él no servía, y hace todo como lo había dicho y usté no me va a creer si le digo que al mes el agua paró. Justito vea al mes, no le miento. Lástima que ya el máis estuviera perdido. Entonces vamos y le decimos al Cabezón que la lluvia nos ha dejado sin máis y sin sandías, que si nos puede emprestar alguna hasta la próxima cosecha. Emprestar emprestar, el Cabezón dice que no puede, pero que si nos sobra una vaquillona, o un ternerito, o alguna otra cosa que no nos sea de mucha utilidá, él nos puede dar algunas sandías a cambio. No había mucho que mañeriar, así que acetamos. A los que no tenían ningún animal, el Cabe-zón les dijo que se fueran tranquilos, que él los iba ayudar a todos y a nadie le iba faltar sandía en su mesa; que esas sandías él se las había ganado con el sudor de su frente, reflesionando, pero que ya iba arreglar para que todo el mundo quedara contento. El hombre no faltó a su palabra. A los que no tenían animales, les cambió el terrenito, El rancho, la próxima cosecha. Y a los que no tenían nada el Cabezón los conchabó para hacer algunos arreglos en el rancho, agrandar, poner alambrados, podar los árboles, cebarle mate, blanquear las paredes y otros trabajitos que venían haciendo falta. Al fin de la jornada, cada uno se llevaba su sandía. Cada uno se sentaba a su mesa bajo el farol, a la noche y tenía su sandía partida en cuatro pedazos. Usté veía el agua fresca correr y las semillas negras pegadas a la madera de la mesa. Se veía lo más bien; que el Cabezón era hombre de palabra; yo le había estado alambrando como una semana, desde el amanecer hasta la noche, y después que le prendía el fuego y le ponía una tira de asado en la parrilla, él siempre me daba mi sandía y me decía que me la llevara para mi casa. Nunca me faltó; siempre que prometió la sandía, siempre yo me la llevaba para mi casa. Por eso una mañana desaté la canoa, puse adentro las pocas cosas que tenía en el rancho, y empecé a remar por entre las islas cosa de encontrar alguna donde afincarme y hacerme una posición, porque tanta sandía ya me estaba dando un principio de cursiadera.</div>
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No le quiero mentir con el tiempo que pasé remando. A la nochecita me arrimaba a las orillas y pernotaba bajo los árboles. Siempre picaba alguna cosita: un surubí, un dorado, un armado chancho, una vieja del agua. Si había pesca de más la cambiaba por vicios en algún almacén. Nunca me faltaron los Colmena, ni la yerba ni el vino tinto. Una vez me pelié con un tuerto grandote que se había emperra-do en no dejarme salir de su rancho, de la tranca que tenía. Al fin seguimos chupando hasta que se durmió y entonces aproveché para fletar la canoa en la oscuridá y desaparecer. Más adelante dormí una noche en la canoa, balanceándome, mirando las estrellas que para esa época estaban empezando a amarillear. Estaba medio adormecido y escuché una voz que empezó a hablarme en la oscuridá. No le entendí lo que decía pero me julepié bastante y me puse a remar para no seguir escuchando. Sonaba fulera. No parecía de cristiano. Más bien eran como ánimas en pena o como lloronas. Dos veces me topé la luz mala, culebreando en la orilla, y seguí de largo. Otra vez, en otra isla, la chancha encadena-da se andaba paseando entre los matorrales y la vi patente como se refregaba la trompa contra un ár-bol. Era blanca y se oía el ruido de la cadena que arrastraba. Seguro que me vio, porque cuando ve a un cristiano empieza a crecer y se vuelve del tamaño de un caballo. La dejé nomás en la isla, llorando y comiendo basura, y al rato supe que era viernes a la noche porque en otra isla que bajé oí que aullaba un lobizón. Me di cuenta que no andaba por buen camino. No le quiero decir que perdí el rumbo, no, porque el pobre es como perro atropellado por camión, que anda siempre sin rumbo. Pero se veía bien que por esos lados no iba encontrar ninguna solución y que era mejor cambiar de camino. Ahí lo tenía usté al hombre remando otra vez de sol a sol y durmiendo en las orillas meses enteros. Cuando llovía, usté podía ver el río arrugado como la hoja de la escarola. En el verano más vale no le cuento. Con el agua del río usté podía cebarse mate tal como la sacaba, y a veces se le quemaba la yerba. Para colmo a la tardecita se levantaba la mosquitada en las orillas y si usté se acostaba a dormir se lo comían vivo. Había que hacer humadera con un poco de liga seca para espantarlos, y ni así se iban. Usté no veía a dos metros entre esas nubes negras de mosquitos gordos como este dedo que se le venían encima. De una isla a la otra se veían unas manchas negras antes que oscureciera y hasta se oían los zumbidos. Como esos mosquitos andaba yo, levantando vuelo de un pantano al otro atrás de algo vivo para pren-derme y engordar. Más adelante me entreveré con una curandera que me tuvo un tiempo como engua-lichado y que se había aquerenciado conmigo. Viví con ella pero al final terminé por cansarme porque era una mujer de ésas a las que les gusta llevar ellas los pantalones. En su rancho no faltaba nada, produto de los regalos que le hacían cuando las curaciones. Les tiraba el cuero a los muchachos enpa-chados, curaba el mal de ojo con un poco de agua y aceite, les enderezaba los nervios a los recalcados echando unos granos de trigo o de máis en un tarrito con agua. A mí se me hace que ha de haberme metido algún yuyo en el mate sin yo saberlo, y que por eso me quedé. Mal mal, la verdá, no se estaba. Era muy regalona, y tenía mano para la cocina. Adobaba los bagres como ella sola, para sacarles el gusto a barro. Pero cuidadito con que yo hablara de seguir viaje. Se ponía más mala que raya que le cortan la siesta. Meses enteros jugó conmigo como gato con yarará. Siempre que iba al pueblo volvía con algún chiche: algún pañuelo de seda, perfume (mire si yo me iba andar perfumando) y una vez has-ta un cinturón. Un día tuvimos una discusión por la cuestión de siempre y a la noche me despierto y la descubro rondando la cama con un cuchillo. Viejo, dije para mí cuando la vi con semejantes intenciones, ya es hora de que fletés otra vez la canoa y te pongás a remar en la dirección por la que has venido. Así que esperé como una semana y cuando ella se fue un sábado de compras al pueblo, empujé otra vez la canoa al agua y salté encima. Meta otra vez a remar, y ahora para colmo río arriba. Pierdo la cuenta de los días. Siempre el hombre sentado en la canoa, de espaldas a la dirección que llevaba, luchando siempre contra la corriente que por esos tiempos hacía mucha juerza contraria porque eran años de crecida. A más, había más islas y riachos que mosquitos. Por más que busqué no hubo forma de con-chabarme. Entre la crecida y los cabezones no había nada que hacer y todo el mundo andaba gal-gueando. Por eso cuando toqué la orilla de mi islita y empecé a subir la barranca y a recorrer el caminito de arena, el corazón me empezó a golpear juerte en el pecho. Más juerte me golpeó todavía cuando divisé el paraíso y el frente del rancho. El Negro y el Chiquito estaban tirados a la sombra, tascando cada uno un garrón. Ella tejía también a la sombra y el muchacho estaba viniendo desde el fondo justito en ese momento. Usté no me va creer si le digo que a gatas me reconocieron por la voz. Cuando entra-ron en confianza, el Negro y el Chiquito me saltaron encima queriendo lamberme la cara y no había forma de hacerlos serenar. El muchacho me bombeó un poco para que yo me refrescara y cuando vol-vimos adelante ella estaba llenándome el primer mate. Hay que haber andado lo que yo anduve y visto lo que yo vi ya le digo para saber lo que es tomar un amargo en las casas, con la patrona y el hijo, sin miedo de que le ronden a uno el sueño con una faca ni haiga ningún peligro ya le digo de que el mate venga engualichado. Mateando me cuentan que han pasado las mil y una y a la nochecita, cuando es-tamos viendo una tira asarse despacio sobre la parrilla; ella me dice que ya estaban por darme por muerto y que más de un gavilán la rondaba.</div>
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CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-37681683858324486102011-02-04T18:16:00.000-08:002011-02-04T18:16:31.643-08:00POPOL VUHANÓNIMO<br />
<br />
(Versión de George Raynaud. Traducción de Miguel Ángel Asturias)<br />
<br />
<strong><span style="color: #cc0000; font-size: x-large;">A</span></strong> quí comenzaremos la antigua historia llamada Quiché. Aquí escribiremos, comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo lo que hicieron en la ciudad Quiché los hombres de las tribus Quiché. Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día [Gran Cerdo del Alba], Gran Tapir del Alba, Dominadores , Poderosos del Cielo , Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase. Rogábase con ellos, invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo, Antiguo Secreto. Antigua Ocultadora, Guarda Secreto, Ocultadora, Abuela [que forma parte] de la Pareja [Mágica de Abuelos], Abuelo de la [misma] Pareja. Así está dicho en la historia Quiché todo lo que ellos dijeron, lo que ellos hicieron, en el alba de la vida, en el alba de la historia. Pintaremos [lo que pasó] antes de la Palabra de Dios, antes del Cristianismo; lo reproduciremos porque no se tiene [ya más] la visión del Libro del Consejo, la visión del alba, de la llegada de ultramar, de nuestra [vida en la] sombra, la visión del alba de la vida, como se dice.<br />
<br />
Este libro es el primer libro, pintado antaño, pero su faz está oculta [hoy] al que ve, al pensador. Grande era la exposición, la historia de cuando se acabaron de medir todos los ángulos del cielo, de la tierra, la cuadrangulación, su medida, la medida de las líneas, en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, de los cuatro rincones, tal como había sido dicho por los Constructores, los Formadores, las Madres, los Padre de la vida, de la existencia, los de la Respiración, los de las Palpitaciones, los que engendran, los que piensan, Luz de las tribus, Luz de los hijos, Luz de la prole, Pensadores y Sabios, [acerca de] todo lo que está en el cielo, en la tierra, en los lagos, en el mar. He aquí el relato de cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra. He aquí la primera historia, la primera descripción. No había un solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía. La faz de la tierra no aparecía; sólo existían la mar limitada, todo el espacio del cielo. No había nada reunido, junto. Todo era invisible, todo estaba inmóvil en el cielo. No existía nada edificado. Solamente el agua limitada, solamente la mar tranquila, sola, limitada. Nada existía. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las tinieblas, en la noche. Sólo los Constructores, los Formadores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, los Procreadores, los Engendradores, estaban sobre el agua, luz esparcida. [Sus símbolos] estaban envueltos en las plumas, las verdes; sus nombres [gráficos] eran, pues. Serpientes Emplumadas. Son grandes Sabios. Así es el cielo, [así] son también los Espíritus del Cielo; tales son, cuéntase, los nombres de los dioses.<br />
<br />
Entonces vino la Palabra; vino aquí de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo, en las tinieblas, en la noche; fue dicha por los Dominadores, los Poderosos del Cielo; hablaron; entonces celebraron consejo, entonces pensaron, se comprendieron, unieron sus palabras, sus sabidurías. Entonces se mostraron, meditaron, en el momento del alba: decidieron [construir] al hombre, mientras celebraban consejo sobre la producción, la existencia, de los árboles, de los bejucos, la producción de la vida, de la existencia, en las tinieblas, en la noche, por los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes . Maestro Gigante Relámpago es el primero, Huella del Relámpago es el segundo, Esplendor del Relámpago es el tercero: estos tres son los Espíritus del Cielo. Entonces se reunieron con ellos los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Entonces celebraron consejo sobre el alba de la vida, cómo se haría la germinación, cómo se haría el alba, quién sostendría, nutriría. "Que eso sea. Fecundaos. Que esta agua parta, se vacíe. Que la tierra nazca, se afirme", dijeron. "Que la germinación se haga, que el alba se haga en el cielo, en la tierra, porque [no tendremos] ni adoración ni manifestación por nuestros construidos, nuestros formados, hasta que nazca el hombre construido, el hombre formado”; así hablaron, por lo cual nació la tierra. Tal fue en verdad el nacimiento de la tierra existente. “Tierra”, dijeron, y en seguida nació. Solamente una niebla, solamente una nube [fue] el nacimiento de la materia. Entonces salieron del agua las montañas; al instante salieron las grandes montañas. Solamente por Ciencia Mágica, por el Poder Mágico, fue hecho lo fue había sido decidido [concerniente a] los montes, [a] las llanuras: en seguida nacieron simultáneamente en la superficie de la tierra los cipresales, los pinares.<br />
<br />
<br />
<br />
Y los Poderosos del Cielo se regocijaron así: “Sed los bienvenidos, oh Espíritus del Cielo, oh Maestro Gigante [Relámpago], oh Huella del Relámpago, oh Esplendor del Relámpago”. “Que se acabe nuestra construcción, nuestra formación”, fue respondido. Primero nacieron la tierra, los montes, las llanuras; se pusieron en camino las aguas; los arroyos caminaron entre los montes; así tuvo lugar la puesta en marcha de las aguas cuando aparecieron las grandes montañas. Así fue el nacimiento de la tierra cuando nació por [orden] de los Espíritus del Cielo, de los Espíritus de la Tierra, pues así se llaman los que primero fecundaron, estando el cielo en suspenso, estando la tierra en suspenso en el agua; así fue fecundada cuando ellos la fecundaron; entonces su conclusión, su composición, fueron meditadas por ellos.<br />
<br />
En seguida fecundaron a los animales de las montañas, guardianes de todas las selvas, los seres de las montañas: venados, pájaros, pumas, jaguares, serpientes, víboras, [serpientes] ganti, guardianes de los bejucos. Entonces los Procreadores, los Engendradores, dijeron: "¿No habrá más que silencio, inmovilidad, al pie de los árboles, de los bejucos? Bueno es, pues, que haya guardianes"; así dijeron, fecundando, hablando. Al instante nacieron los venados, los pájaros. Entonces dieron sus moradas a los venados, a los pájaros. "Tú, venado, sobre el camino de los arroyos, en las barrancas, dormirás; aquí vivirás, en las hierbas, en las malezas; en las selvas, fecundarás; sobre cuatro pies irás, vivirás". Fue hecho como fue dicho. Entonces fueron también [dadas] las moradas de los pajarillos, de los grandes pájaros. "Pájaros, anidaréis sobre los árboles, sobre los bejucos moraréis; engendraréis, os multiplicaréis sobre las ramas de los árboles, sobre las ramas de los bejucos". Así fue dicho a los venados, a los pájaros, para que hiciesen lo que debían hacer: todos tomaron sus dormitorios, sus moradas. Así los Procreadores, los Engendradores, dieron sus casas a los animales de la tierra. Estando, pues, todos terminados, venados, pájaros, les fue dicho a los venados, a los pájaros, por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores: "Hablad, gritad; podéis gorjear, gritar. Que cada uno haga oír su lenguaje según su clan, según su manera". Así fue dicho a los venados, pájaros, pumas, jaguares, serpientes. "En adelante decid nuestros nombres, alabadnos, a nosotros vuestras madres, a nosotros vuestros padres. En adelante llamad a Maestro Gigante (Relámpago), Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago, Espíritus del Cielo, Espíritus de la Tierra, Constructores, Formadores, Procreadores, Engendradores. Habladnos, invocadnos, adoradnos'', se les dijo. Pero no pudieron hablar como hombres; solamente cacarearon, solamente mugieron, solamente graznaron; no se manifestó [ninguna] forma de lenguaje, hablando cada uno diferentemente. Cuando los Constructores, los Formadores, oyeron sus palabras impotentes, se dijeron unos a otros: "No han podido decir nuestros nombres, de nosotros los Constructores, los Formadores”. "No está bien", se respondieron unos a otros los Procreadores, los Engendradores, y dijeron: "He aquí que seréis cambiados, porque no habéis podido hablar: Cambiaremos nuestra Palabra. Vuestro sustento vuestra alimentación, vuestros dormitorios, vuestras moradas, los tendréis; serán las barrancas, las selvas. Nuestra adoración es imperfecta si vosotros no nos invocáis. ¿Habrá, podrá haber adoración, obediencia, en los [seres] que haremos? Vosotros recibiréis vuestro fardo: vuestra carne será molida entre los dientes: que así sea, que tal sea vuestro fardo". Así les fue entonces dicho, ordenado, a los animalitos, a los grandes animales de la superficie de la tierra; pero éstos quisieron probar su suerte, quisieron tentar la prueba, quisieron probar la adoración, mas no entendiendo de ningún modo el lenguaje unos de otros, no se comprendieron, no pudieron hacer nada.<br />
<br />
Tal fue, pues, el fardo de su carne; así el fardo de ser comidos, de ser matados, fue [impuesto] aquí sobre todos los animales de la superficie de tierra. En seguida fueron ensayados seres construidos, seres formados por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores. "Que se pruebe todavía. Ya se acerca la germinación, el alba. Hagamos a nuestros sostenes, a nuestros nutridores. ¿Cómo ser invocados, conmemorados, en la superficie de la tierra? [Ya] hemos ensayado con nuestra primera construcción, nuestra formación, sin que por ella pueda hacerse nuestra adoración, nuestra manifestación. Probemos, pues, a hacer obedientes, respetuosos sostenes, nutridores", dijeron. Entonces fue la construcción, la formación.<br />
<br />
De tierra hicieron la carne. Vieron que aquello no estaba bien, sino que se caía, se amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se fundía; la cabeza no se movía; el rostro (quedábase vuelto) a un solo lado; la vista estaba velada; no podían mirar detrás de ellos; al principio hablaron, pero sin sensatez. En seguida aquello se licuó, no se sostuvo en pie. Entonces los Constructores, los Formadores, dijeron otra vez: "Mientras más se trabaja, menos puede él andar y engendrar". "Que se celebre, pues, consejo sobre eso", dijeron. Al instante deshicieron, destruyeron una vez más, su construcción, su formación, y después dijeron: "Cómo haremos para que nos nazcan adoradores, invocadores?" Celebrando consejo de nuevo, dijeron entonces: "Digamos a Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día: «Probad de nuevo la suerte, su formación»". Así se dijeron unos a otros los Constructores, los Formadores, y hablaron a Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora. En seguida, el discurso dicho a aquellos augures, a la Abuela del Día, a la Abuela del Alba por los Constructores, los Formadores; he aquí sus nombres: Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora. Y los Maestros Gigantes hablaron, así como los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Dijeron entonces a Los de la Suerte, los de [su] Formación, a los augures: "Es tiempo de concertarse de nuevo sobre los signos de nuestro hombre construido, de nuestro hombre formado, como nuestro sostén, nuestro nutridor, nuestro invocador, nuestro conmemorador. Comenzad pues, las Palabra [Mágicas], Abuela, Abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo. Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora. Haced pues que haya germinación, que haya alba, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos conmemorados, por el hombre construido, el hombre formado, el hombre maniquí, el hombre moldeado. Haced que así sea. Declarad vuestros nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día, Pareja Procreadora, Pareja Engendradora, Gran Cerdo del Alba, Gran Tapir del Alba. Los de las Esmeraldas, Los de las Gemas, Los del Punzón, Los de las Tablas, Los de la Verde Incierta, Los de la Verde Copa, Los de la Resina, Los de los Trabajos Artísticos, Abuela del Día, Abuela del Alba. Sed llamados así por nuestros construidos, nuestros formados. Haced vuestros encantamientos por vuestro maíz, por vuestro tzité. ¿Se hará, acontecerá, que esculpamos en madera su boca, su rostro?" Así fue dicho a los de la Suerte. Entonces [se efectuó] el lanzamiento [de los granos], la predicción del encantamiento por el maíz, el tzité. "Suerte, fórmate", dijeron entonces una abuela, un abuelo. Ahora bien, este abuelo era El del Tzité. llamado Antiguo Secreto; esta abuela era La de la Suerte, la de [su] formación, llamada Antigua Ocultadora con Gigante Abertura. Cuando se decidió la suerte, se habló así: "Tiempo es de concertarse. Hablad; que oigamos y que hablemos, digamos, si es preciso que la madera sea labrada, sea esculpida por Los de la Construcción, Los de la Formación, si ella será el sostén, el nutridor, cuando se haga la germinación, el alba". "Oh maíz, oh tzité, oh suerte, oh [su] formación, asíos, ajustaos", fue dicho al maíz, al tzité, a la suerte, a [su] formación. "Venid a picar ahí, oh Espíritus del Cielo. No hagáis bajar la boca, la faz de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo", dijeron. Entonces dijeron la cosa recta: "Que así sean, así, vuestros maniquíes, los [muñecos] construidos de madera, hablando, charlando en la superficie de la tierra". –“Que así sea", se respondió a sus palabras. Al instante fueron hechos los maniquíes, los [muñecos] construidos de madera; los hombres se produjeron, los hombres hablaron; existió la humanidad en la superficie de la tierra. Vivieron, engendraron, hicieron hijas, hicieron hijos, aquellos maniquíes, aquellos [muñecos] construidos de madera. No tenían ni ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus Constructores, de sus Forzadores; andaban, caminaban sin objeto. No se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron. Solamente un ensayo, solamente una tentativa de humanidad. Al principio hablaron, pero sus rostros se desecaron; sus pies, sus manos, [eran] sin consistencia; ni sangre, ni humores, ni humedad, ni grasa; mejillas desecadas [eran] sus rostros; secos sus pies, sus manos; comprimida su carne. Por tanto [no había] ninguna sabiduría en sus cabezas, ante sus Constructores, sus Formadores, sus Procreadores, sus Animadores. Éstos fueron los primeros hombres que existieron en la superficie de la tierra. [ ...]<br />
<br />
(Estos hombres de madera no tenían sangre así que se secaron, además los animales domésticos y los utensilios de cocina se rebelaron contra ellos. Una espesa lluvia terminó por destruirlos y entonces sobrevino la cuarta y definitiva creación, del hombre con ayuda del maíz.) (...)<br />
<br />
He aquí el comienzo de cuándo se celebró consejo acerca del hombre, [de] cuándo se buscó lo que entraría en la carne del hombre. Los llamados Procreadores, Engendradores, Constructores, Formadores, Dominadores poderosos del Cielo, hablaron así: "Ya el alba se esparce, la construcción se acaba. He aquí que se vuelve visible el sostén, el nutridor, el hijo del alba, el engendrado del alba. He aquí que se ve al hombre, a la humanidad, en la superficie de la tierra", [así] dijeron. Se congregaron, llegaron, vinieron a celebrar consejo en las tinieblas, en la noche. Entonces aquí buscaron, discutieron, meditaron, deliberaron. Así vinieron, a celebrar Consejo sobre la aparición del alba; consiguieron, encontraron, lo que [debía] entrar en la carne del hombre. Ahora bien, poco [faltaba] para que se manifestasen el Sol, la Luna, las estrellas; encima, los Constructores, los Formadores.<br />
<br />
En Casas sobre Pirámides, en Mansión de los Peces, así llamadas, nacían las mazorcas amarillas, las mazorcas blancas. He aquí los nombres de los animales que trajeron el alimento: Zorro, Coyote, Cotorra, Cuervo, los cuatro animales anunciadores de la noticia de las mazorcas amarillas, de las mazorcas blancas nacidas en Casas sobre Pirámides, y del camino de Casas sobre Pirámides. He aquí que se conseguía al fin la sustancia que debía entrar en la carne del hombre construido, del hombre formado; esto fue su sangre; esto se volvió la sangre del hombre; esta mazorca entró en fin [en el hombre] por los Procreadores, los Engendradores.<br />
<br />
Se regocijaron, pues, de haber llegado al país excelente, lleno de cosas sabrosas; muchas mazorcas amarillas, mazorcas blancas; mucho cacao [moneda], cacao [fino]; innumerables los zapotillos rojos, las anonas, las frutas, los frijoles Paternoster, los zapotes matasanos, la miel [silvestre]; plenitud de exquisitos alimentos [había] en aquella ciudad llamada Casas sobre Pirámides [cerca de la] Mansión de los Peces. Subsistencias de todas clases, pequeñas subsistencias, grandes subsistencias, pequeñas sementeras, grandes sementeras, [de todo esto] fue enseñado el camino por los animales. Entonces fueron molidos el maíz amarillo, el maíz blanco, y Antigua Ocultadora hizo nueve bebidas.<br />
<br />
El alimento se introdujo [en la carne], hizo nacer la gordura, la grasa, se volvió la esencia de los brazos, [de] los músculos del hombre. Así hicieron los Procreadores, los Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, como se dice. Inmediatamente fue [pronunciada] la Palabra de Construcción, de Formación de nuestras primeras madres, [primeros] padres; solamente mazorcas amarillas, mazorcas blancas, [entró en] su carne; única alimentación de las piernas, de los brazos del hombre. Tales fueron nuestros primeros padres, [tales] fueron los cuatro hombres construidos: ese único alimento[entró] en su carne.<br />
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWwBSpilIAzQKvcHcUtIsap6gPTZcTwhKELl_BIv0NJsvREBWAatzjtlQwsVSie2vxqEzs1yTKz1gazZRYCHU2W3vsLJ8fsM_hNfj33_tHku0q37NVIuK5K-EcWu_NsskWjQj-sE39wXOl/s1600/DIBUJO+DE+SACERDOTE.png" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" h5="true" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWwBSpilIAzQKvcHcUtIsap6gPTZcTwhKELl_BIv0NJsvREBWAatzjtlQwsVSie2vxqEzs1yTKz1gazZRYCHU2W3vsLJ8fsM_hNfj33_tHku0q37NVIuK5K-EcWu_NsskWjQj-sE39wXOl/s200/DIBUJO+DE+SACERDOTE.png" width="168" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial", "sans-serif"; font-size: 8pt; layout-grid-mode: line; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Dibujo de un sacerdote. de Covarrubias</span></i><span lang="ES"></span></div></td></tr>
</tbody></table> <span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Arial", "sans-serif"; font-size: 11pt; layout-grid-mode: line; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 10.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Anónimo. P0POL VUH, Buenos Aires. Losada. 1969, 2a edición</span><br />
<br />
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<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiddXKESF-_7Z5VqQXVrc9Af94K4Rml-vH8O2bvYMM3RAgDoNzUwAuEoR5aDH2fGw5o4PAHg9fAcpGTigaNdxqjlGtc8HAk5uIPVyGYaTsEBNClL1bEntcYjxUukdwjO7ZeRH5yuoOuMLtI/s1600/GUARDA+AZTECA.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" h5="true" height="14" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiddXKESF-_7Z5VqQXVrc9Af94K4Rml-vH8O2bvYMM3RAgDoNzUwAuEoR5aDH2fGw5o4PAHg9fAcpGTigaNdxqjlGtc8HAk5uIPVyGYaTsEBNClL1bEntcYjxUukdwjO7ZeRH5yuoOuMLtI/s320/GUARDA+AZTECA.png" width="320" /></a></div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-31031121698115024242011-02-04T18:04:00.000-08:002011-02-04T18:07:05.125-08:00POP WUJANÓNIMO<br />
<br />
<br />
<br />
Relato de lo que todavía era silencio.<br />
<br />
(Según la versión de Adrián Chávez.)<br />
<br />
<span style="color: #cc0000; font-family: Verdana, sans-serif; font-size: x-large;"><strong>E</strong></span> sta es la primera palabra, es la primera expresión; no había gente, ni animal, pájaro, pez, cangrejo, árbol, piedra, hoyo, barranco, pajón, bosque; solamente estaba el cielo.<br />
<br />
No se veía tierra en ninguna parte, solamente el mar estaba represado; el cielo, todo quieto; nada había de eso que es cosa, todo era absorción, nada se movía; recién acabábase de hacer el cielo, tampoco había nada levantado. Solamente el agua estaba represada, el mar estaba tendido, represado.<br />
<br />
No había eso que es objeto: todo era formación, todo vibraba en la oscuridad, en la noche.<br />
<br />
Solamente El Arquitecto, El Formador, El Infinito, El Oculta Serpiente, entre el verdor, de lo cual vino el nombre de Ocultador de Serpiente, grandes sabios, grandes pensadores se originaron. Así es pues que el cielo estaba etéreo.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Ahí estaban, estaban ocultos entre el limo.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
De una vez pensaron crear la humanidad y su subsistencia; crearon el árbol y el bejuco, la subsistencia de la vida y de la humanidad; esto fue en la oscuridad, en la noche.<br />
<br />
<br />
<br />
Dijo El Creado, Varón Creado:<br />
<br />
¿Acaso sólo es soledad? ¿Es bueno que haya silencio bajo los árboles y los bejucos?<br />
<br />
Es bueno que haya guardianes dijeron.<br />
<br />
Entonces idearon, mejor dicho platicaron, y al momento aparecieron venados, pájaros.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Les regalaron sus casas al venado, al pájaro.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
El Arquitecto, Formador, Creado, Varón Creado les dijo enseguida a las bestias y a los pájaros:<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Hablad, llamadnos, invocadnos les dijeron.<br />
<br />
Pero no hablaron bien como la gente; sólo tonteaban, cacareaban...<br />
<br />
No hablaron bien dijeron entre sí.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Os cambiaremos porque no fuisteis buenos.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Vuestro lecho, vuestro deambular, vuestro destino es el barranco, la selva, porque no fue buena vuestra invocación, no nos llamasteis.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Entonces se buscó la manera de hacerlo; de tierra, de lodo le hicieron los músculos, pero vieron que no resultó bien porque era flojo, se mantenía estirado, aplastado, agachado; y se aguaba, es decir, se disolvía.<br />
<br />
No movía la cabeza y tenía la vista fija hacia abajo; no podía mirar atrás girando la cabeza.<br />
<br />
Habló, pero no tenía entendimiento, en verdad se deshacía en el agua, no era macizo. Entonces dijo El Arquitecto, El Formador:<br />
<br />
Resultó agachado, no camina.<br />
<br />
Se hizo estéril y le falta entendimiento.<br />
<br />
De una vez lo desbarataron.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Que se hagan gentes de madera, de madera labrada que hablen, que platiquen sobre la tierra.<br />
<br />
¡Originaos! dijeron entonces.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Se multiplicaron: tuvieron hijas, hijos los muñecos de madera labrada, pero no tenían nada de espíritu, mejor dicho nada de pensamiento, no pensaban.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Así fue como los mataron, los mutilaron: cayó una gran trementina del cielo.<br />
<br />
El Escarba Ojos les extrajo los ojos, vino el Kamalotz y les cortó la cabeza. Vino la fiera león, se los comió;<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Les destrozaron, mutilaron los huesos para escarmiento de ellos porque no sirvieron.<br />
<br />
[...]<br />
<br />
Luego tomaron en cuenta la construcción y formación de nuestra primera madre y padre, era de maíz amarillo y blanco el cuerpo, de alimento eran las piernas y brazos de la gente, de nuestros primeros padres.<br />
<br />
Al momento observaban, examinaban lo del cielo y de la tierra, no había obstáculo para ellos, no tenían que caminar primero cuando querían ver lo de abajo del cielo, desde un mismo lugar miraban todo.<br />
<br />
Mucha fue la sabiduría que tenían; su mirada atravesaba los árboles, piedras, lagos, mares, montañas, costas...<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzJYX24N3kixC8Psr-rBjwFXAqTG1WexlYdz6x5yh-CuaeDb_HFgqSr4ndpmqtLEbKvdKv1p1c3xv9KuW1DwmCzyYfo95DM5V9ExfaC3VJn4zOX2WIQrkmhDDSfRrUnFurCJtUOI8pwCGW/s1600/DANZA+AZTECA.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" h5="true" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzJYX24N3kixC8Psr-rBjwFXAqTG1WexlYdz6x5yh-CuaeDb_HFgqSr4ndpmqtLEbKvdKv1p1c3xv9KuW1DwmCzyYfo95DM5V9ExfaC3VJn4zOX2WIQrkmhDDSfRrUnFurCJtUOI8pwCGW/s320/DANZA+AZTECA.png" width="320" /></a></div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-54414825598058501332010-11-30T00:28:00.000-08:002010-11-30T00:28:10.976-08:00SINFONÍA EN GRIS MAYOREl mar como un vasto cristal azogado<br />
<br />
<br />
refleja la lámina de un cielo de zinc;<br />
<br />
lejanas bandadas de pájaros manchan<br />
<br />
el fondo bruñido de pálido gris.<br />
<br />
<br />
<br />
El sol como un vidrio redondo y opaco<br />
<br />
con paso de enfermo camina al cenit;<br />
<br />
el viento marino descansa en la sombra<br />
<br />
teniendo de almohada su negro clarín.<br />
<br />
<br />
<br />
Las ondas que mueven su vientre de plomo<br />
<br />
debajo del muelle parecen gemir.<br />
<br />
Sentado en un cable, fumando su pipa,<br />
<br />
está un marinero pensando en las playas<br />
<br />
de un vago, lejano, brumoso país.<br />
<br />
<br />
<br />
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara<br />
<br />
los rayos de fuego del sol del Brasil;<br />
<br />
los recios tifones del mar de la China<br />
<br />
le han visto bebiendo su frasco de gin.<br />
<br />
<br />
<br />
La espuma impregnada de yodo y salitre<br />
<br />
ha tiempo conoce su roja nariz,<br />
<br />
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,<br />
<br />
su gorra de lona, su blusa de dril.<br />
<br />
<br />
<br />
En medio del humo que forma el tabaco<br />
<br />
ve el viejo el lejano, brumoso país,<br />
<br />
adonde una tarde caliente y dorada<br />
<br />
tendidas las velas partió el bergantín...<br />
<br />
<br />
<br />
La siesta del trópico. El lobo se aduerme.<br />
<br />
Ya todo lo envuelve la gama del gris.<br />
<br />
Parece que un suave y enorme esfumino<br />
<br />
del curvo horizonte borrara el confín.<br />
<br />
<br />
<br />
La siesta del trópico. La vieja cigarra<br />
<br />
ensaya su ronca guitarra senil,<br />
<br />
y el grillo preludia un solo monótono<br />
<br />
en la única cuerda que está en su violín.CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-1150808044357574222010-11-30T00:04:00.001-08:002010-11-30T00:12:19.514-08:00LO FATAL<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgH5vkpNWQlqcYrkES4Rde_7KjS4b7cA0i8UaPA3Ja8cMujZDGKRMisCPAnHomPSmFc1groI1bEyG1208DpqoOyQwdbb45lQfTo7L4_zOUEVLZEeYF79FkR8P5zHDQ2na_5Q3J7Q8Nd2kR-/s1600/images%255B2%255D.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" ox="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgH5vkpNWQlqcYrkES4Rde_7KjS4b7cA0i8UaPA3Ja8cMujZDGKRMisCPAnHomPSmFc1groI1bEyG1208DpqoOyQwdbb45lQfTo7L4_zOUEVLZEeYF79FkR8P5zHDQ2na_5Q3J7Q8Nd2kR-/s200/images%255B2%255D.jpg" width="153" /></a></div>Rubén Darío</div><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,<br />
<br />
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,<br />
<br />
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo<br />
<br />
ni mayor pesadumbre que la vida consciente. <br />
<br />
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,<br />
<br />
y el temor de haber sido y un futuro terror...<br />
<br />
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,<br />
<br />
y sufrir por la vida y por la sombra y por <br />
<br />
<br />
<br />
lo que no conocemos y apenas sospechamos,<br />
<br />
y la carne que tienta con sus frescos racimos,<br />
<br />
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos<br />
<br />
y no saber adónde vamos,<br />
<br />
ni de dónde venimos!...<br />
<br />
(Imagen: "EL GRITO" Eduard Munch)CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-42434959195909207092010-08-24T12:16:00.000-07:002010-08-24T12:21:26.304-07:00EJEMPLO XI: DE LO QUE LE SUCEDIÓ A UN DEAN DE SANTIAGO CON DON ILLÁN EL GRAN MAGO DE TOLEDO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlJr7wUp6czvyrma23usUGeHj4bKjfCsZhqmzc3DSGMDurv37Vg6LDaTspi817EQqKlGjqMdpLUN1F_TXtNAoyr-A9BaCudQco0Z3OS85VUzgHWc0BE9l4bC6k-bjN-7EzV8RB_j9SPX7b/s1600/EL+CONDE+LUCANOR.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 83px; height: 121px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlJr7wUp6czvyrma23usUGeHj4bKjfCsZhqmzc3DSGMDurv37Vg6LDaTspi817EQqKlGjqMdpLUN1F_TXtNAoyr-A9BaCudQco0Z3OS85VUzgHWc0BE9l4bC6k-bjN-7EzV8RB_j9SPX7b/s200/EL+CONDE+LUCANOR.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509058661140436722" border="0" /></a>
<br /><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 11"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 11"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CPC%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><o:smarttagtype namespaceuri="urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" name="PersonName"></o:smarttagtype><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><!--[if !mso]><object classid="clsid:38481807-CA0E-42D2-BF39-B33AF135CC4D" id="ieooui"></object> <style> st1\:*{behavior:url(#ieooui) } </style> <![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} p {mso-margin-top-alt:auto; margin-right:0cm; mso-margin-bottom-alt:auto; margin-left:0cm; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:21.0cm 842.0pt; margin:36.0pt 2.0cm 36.0pt 3.0cm; mso-header-margin:35.45pt; mso-footer-margin:35.45pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]--> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" ><span style="font-weight: bold;">DON JUAN MANUEL</span>
<br /></span></p><p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >
<br /></span></p><p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio y le dijo lo siguiente: <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="143"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >-Patronio, un hombre vino a pedirme que le ayudara en un asunto en que me necesitaba, prometiéndome que él haría por mí cuanto me fuera más provechoso y de mayor honra. Yo le empecé a ayudar en todo lo que pude. Sin haber logrado aún lo que pretendía, pero pensando él que el asunto estaba ya solucionado, le pedí que me ayudara en una cosa que me convenía mucho, pero se excusó. Luego volví a pedirle su ayuda, y nuevamente se negó, con un pretexto; y así hizo en todo lo que le pedí. Pero aún no ha logrado lo que pretendía, ni lo podrá conseguir si yo no le ayudo. Por la confianza que tengo en vos y en vuestra inteligencia, os ruego que me aconsejéis lo que deba hacer. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="144"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >-Señor conde -dijo Patronio-, para que en este asunto hagáis lo que se debe, mucho me gustaría que supierais lo que ocurrió a un deán de Santiago con don Illán, el mago que vivía en Toledo. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="145"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >El conde le preguntó lo que había pasado. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="146"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >-Señor conde -dijo Patronio-, en Santiago había un deán que deseaba aprender el arte de la nigromancia y, como oyó decir que don Illán de Toledo era el que más sabía en aquella época, se marchó a Toledo para aprender con él aquella ciencia. Cuando llegó a Toledo, se dirigió a casa de don Illán, a quien encontró leyendo en una cámara muy apartada. Cuando lo vio entrar en su casa, don Illán lo recibió con mucha cortesía y le dijo que no quería que le contase los motivos de su venida hasta que hubiese comido y, para demostrarle su estima, lo acomodó muy bien, le dio todo lo necesario y le hizo saber que se alegraba mucho con su venida. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="147"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Después de comer, quedaron solos ambos y el deán le explicó la razón de su llegada, rogándole encarecidamente a don Illán que le enseñara aquella ciencia, pues tenía deseos de conocerla a fondo. Don Illán le dijo que si ya era deán y persona muy respetada, podría alcanzar más altas dignidades en <st1:personname productid="la Iglesia" st="on">la Iglesia</st1:personname>, y que quienes han prosperado mucho, cuando consiguen todo lo que deseaban, suelen olvidar rápidamente los favores que han recibido, por lo que recelaba que, cuando hubiese aprendido con él aquella ciencia, no querría hacer lo que ahora le prometía. Entonces el deán le aseguró que, por mucha dignidad que alcanzara, no haría sino lo que él le mandase. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="148"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Hablando de este y otros temas estuvieron desde que acabaron de comer hasta que se hizo la hora de la cena. Cuando ya se pusieron de acuerdo, dijo el mago al deán que aquella ciencia sólo se podía enseñar en un lugar muy apartado y que por la noche le mostraría dónde había de retirarse hasta que la aprendiera. Luego, cogiéndolo de la mano, lo llevó a una sala y, cuando se quedaron solos, llamó a una criada, a la que pidió que les preparase unas perdices para la cena, pero que no las asara hasta que él se lo mandase. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="149"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Después llamó al deán, se entraron los dos por una escalera de piedra muy bien labrada y tanto bajaron que parecía que el río Tajo tenía que pasar por encima de ellos. Al final de la escalera encontraron una estancia muy amplia, así como un salón muy adornado, donde estaban los libros y la sala de estudio en la que permanecerían. Una vez sentados, y mientras ellos pensaban con qué libros habrían de comenzar, entraron dos hombres por la puerta y dieron al deán una carta de su tío el arzobispo en la que le comunicaba que estaba enfermo y que rápidamente fuese a verlo si deseaba llegar antes de su muerte. Al deán esta noticia le causó gran pesar, no sólo por la grave situación de su tío sino también porque pensó que habría de abandonar aquellos estudios apenas iniciados. Pero decidió no dejarlos tan pronto y envió una carta a su tío, como respuesta a la que había recibido. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="150"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Al cabo de tres o cuatro días, llegaron otros hombres a pie con una carta para el deán en la que se le comunicaba la muerte de su tío el arzobispo y la reunión que estaban celebrando en la catedral para buscarle un sucesor, que todos creían que sería él con la ayuda de Dios; y por esta razón no debía ir a la iglesia, pues sería mejor que lo eligieran arzobispo mientras estaba fuera de la diócesis que no presente en la catedral. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="151"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Y después de siete u ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos, con armas y caballos, y cuando llegaron al deán le besaron la mano y le enseñaron las cartas donde le decían que había sido elegido arzobispo. Al enterarse, don Illán se dirigió al nuevo arzobispo y le dijo que agradecía mucho a Dios que le hubieran llegado estas noticias estando en su casa y que, pues Dios le había otorgado tan alta dignidad, le rogaba que concediese su vacante como deán a un hijo suyo. El nuevo arzobispo le pidió a don Illán que le permitiera otorgar el deanazgo a un hermano suyo prometiéndole que daría otro cargo a su hijo. Por eso pidió a don Illán que se fuese con su hijo a Santiago. Don Illán dijo que lo haría así. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="152"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Marcharon, pues, para Santiago, donde los recibieron con mucha pompa y solemnidad. Cuando vivieron allí cierto tiempo, llegaron un día enviados del papa con una carta para el arzobispo en la que le concedía el obispado de Tolosa y le autorizaba, además, a dejar su arzobispado a quien quisiera. Cuando se enteró don Illán, echándole en cara el olvido de sus promesas, le pidió encarecidamente que se lo diese a su hijo, pero el arzobispo le rogó que consintiera en otorgárselo a un tío suyo, hermano de su padre. Don Illán contestó que, aunque era injusto, se sometía a su voluntad con tal de que le prometiera otra dignidad. El arzobispo volvió a prometerle que así sería y le pidió que él y su hijo lo acompañasen a Tolosa. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="153"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Cuando llegaron a Tolosa fueron muy bien recibidos por los condes y por la nobleza de aquella tierra. Pasaron allí dos años, al cabo de los cuales llegaron mensajeros del papa con cartas en las que le nombraba cardenal y le decía que podía dejar el obispado de Tolosa a quien quisiere. Entonces don Illán se dirigió a él y le dijo que, como tantas veces había faltado a sus promesas, ya no debía poner más excusas para dar aquella sede vacante a su hijo. Pero el cardenal le rogó que consintiera en que otro tío suyo, anciano muy honrado y hermano de su madre, fuese el nuevo obispo; y, como él ya era cardenal, le pedía que lo acompañara a Roma, donde bien podría favorecerlo. Don Illán se quejó mucho, pero accedió al ruego del nuevo cardenal y partió con él hacia la corte romana. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="154"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Cuando allí llegaron, fueron muy bien recibidos por los cardenales y por la ciudad entera, donde vivieron mucho tiempo. Pero don Illán seguía rogando casi a diario al cardenal para que diese algún beneficio eclesiástico a su hijo, cosa que el cardenal excusaba. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="155"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Murió el papa y todos los cardenales eligieron como nuevo papa a este cardenal del que os hablo. Entonces, don Illán se dirigió al papa y le dijo que ya no podía poner más excusas para cumplir lo que le había prometido tanto tiempo atrás, contestándole el papa que no le apremiara tanto pues siempre habría tiempo y forma de favorecerle. Don Illán empezó a quejarse con amargura, recordándole también las promesas que le había hecho y que nunca había cumplido, y también le dijo que ya se lo esperaba desde la primera vez que hablaron; y que, pues había alcanzado tan alta dignidad y seguía sin otorgar ningún privilegio, ya no podía esperar de él ninguna merced. El papa, cuando oyó hablar así a don Illán, se enfadó mucho y le contestó que, si seguía insistiendo, le haría encarcelar por hereje y por mago, pues bien sabía él, que era el papa, cómo en Toledo todos le tenían por sabio nigromante y que había practicado la magia durante toda su vida. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="156"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Al ver don Illán qué pobre recompensa recibía del papa, a pesar de cuanto había hecho, se despidió de él, que ni siquiera le quiso dar comida para el camino. Don Illán, entonces, le dijo al papa que, como no tenía nada para comer, habría de echar mano a las perdices que había mandado asar la noche que él llegó, y así llamó a su criada y le mandó que asase las perdices. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="157"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Cuando don Illán dijo esto, se encontró el papa en Toledo, como deán de Santiago, tal y como estaba cuando allí llegó, siendo tan grande su vergüenza que no supo qué decir para disculparse. Don Illán lo miró y le dijo que bien podía marcharse, pues ya había comprobado lo que podía esperar de él, y que daría por mal empleadas las perdices si lo invitase a comer. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="158"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que la persona a quien tanto habéis ayudado no os lo agradece, no debéis esforzaros por él ni seguir ayudándole, pues podéis esperar el mismo trato que recibió don Illán de aquel deán de Santiago. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="159"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >El conde pensó que era este un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien. <o:p></o:p></span></p> <p style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 30pt;"><span style="font-size:100%;"><a name="160"></a></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >Y como comprendió don Juan que el cuento era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo los versos, que dicen así:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:100%;"><a name="161"></a><em><span style="font-family:Arial;">Cuanto más alto suba aquel a quien ayudéis,</span></em></span><span style=";font-family:Arial;font-size:100%;" ><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size:100%;"><em><span style="font-family:Arial;">menos apoyo os dará cuando lo necesitéis.</span></em></span><span style=";font-family:Arial;font-size:11pt;" ><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style=";font-family:Arial;font-size:11pt;" ><o:p> </o:p></span></p> CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-64137126892466946942010-08-24T11:45:00.000-07:002010-08-24T11:47:10.400-07:00EL LIBRO TOTAL<span style="font-size:130%;"><span style="font-weight: bold;">ALEJANDRÍA BIBLIOTECA DIGITAL</span> tiene el agrado de invitarlos a todos a este nuevo sitio:<br /><br /><a href="http://www.ellibrototal.com/ltotal/"><span style="font-weight: bold;">EL LIBRO TOTAL</span></a></span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-71075038356463464582010-08-24T11:36:00.000-07:002010-08-24T11:41:45.080-07:00ELEJÍA A RAMÓN SIJÉ<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg_IBD54aQMKMqrW-HaeWwYSuqOmLp1hzEHVPg8TxMiMzgc-8K13Brgs0CrQTPt5-Ni5cwURCbiQG1nqVt4xnkk2Uy7h0R6kndEIx-Ru4ySyHAe7D87Sx1SmNRgZ9UrVahgWkeSM7zWqJM/s1600/MIGUEL+HERN%C3%81NDEZ.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 155px; height: 179px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg_IBD54aQMKMqrW-HaeWwYSuqOmLp1hzEHVPg8TxMiMzgc-8K13Brgs0CrQTPt5-Ni5cwURCbiQG1nqVt4xnkk2Uy7h0R6kndEIx-Ru4ySyHAe7D87Sx1SmNRgZ9UrVahgWkeSM7zWqJM/s200/MIGUEL+HERN%C3%81NDEZ.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509047741571571026" border="0" /></a><span style="font-weight: bold;">MIGUEL HERNÁNDEZ</span><br /><span style="color: rgb(0, 51, 0);font-family:Verdana;font-size:85%;" ><span style="font-weight: bold;"></span></span><p id="p4">(En Orihuela, su pueblo y el mío, se<br />me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,<br />con quien tanto quería).</p><br /><p>Yo quiero ser llorando el hortelano<br />de la tierra que ocupas y estercolas,<br />compañero del alma, tan temprano. </p><p>Alimentando lluvias, caracolas<br />y órganos mi dolor sin instrumento.<br />a las desalentadas amapolas </p><p>daré tu corazón por alimento.<br />Tanto dolor se agrupa en mi costado,<br />que por doler me duele hasta el aliento. </p><p>Un manotazo duro, un golpe helado,<br />un hachazo invisible y homicida,<br />un empujón brutal te ha derribado. </p><p>No hay extensión más grande que mi herida,<br />lloro mi desventura y sus conjuntos<br />y siento más tu muerte que mi vida. </p><p>Ando sobre rastrojos de difuntos,<br />y sin calor de nadie y sin consuelo<br />voy de mi corazón a mis asuntos. </p><p>Temprano levantó la muerte el vuelo,<br />temprano madrugó la madrugada,<br />temprano estás rodando por el suelo. </p><p>No perdono a la muerte enamorada,<br />no perdono a la vida desatenta,<br />no perdono a la tierra ni a la nada. </p><p>En mis manos levanto una tormenta<br />de piedras, rayos y hachas estridentes<br />sedienta de catástrofes y hambrienta. </p><p>Quiero escarbar la tierra con los dientes,<br />quiero apartar la tierra parte a parte<br />a dentelladas secas y calientes. </p><p>Quiero minar la tierra hasta encontrarte<br />y besarte la noble calavera<br />y desamordazarte y regresarte. </p><p>Volverás a mi huerto y a mi higuera:<br />por los altos andamios de las flores<br />pajareará tu alma colmenera </p><p>de angelicales ceras y labores.<br />Volverás al arrullo de las rejas<br />de los enamorados labradores. </p><p>Alegrarás la sombra de mis cejas,<br />y tu sangre se irán a cada lado<br />disputando tu novia y las abejas. </p><p>Tu corazón, ya terciopelo ajado,<br />llama a un campo de almendras espumosas<br />mi avariciosa voz de enamorado. </p><p>A las aladas almas de las rosas<br />del almendro de nata te requiero,<br />que tenemos que hablar de muchas cosas,<br />compañero del alma, compañero.</p> <p id="p4">10 de enero de 1936</p>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-61043351067434468342010-08-24T11:21:00.001-07:002021-10-15T21:25:51.289-07:00LA CASADA INFIEL<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPob_XgoZu0DAlTB5-W62-4mk-ikUeP8jUwwuwL49exmW0AkA3Kj_vRIFT2xfi-_GM016ATWz69hmguH9duMCNs-0bPtrqBr0-eizJo6kASCzwM2qH6narpJjLokz1-Ml2TBiyVO24qbUK/s1600/F.+GARCIA+LORCA.jpeg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509046122356462194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPob_XgoZu0DAlTB5-W62-4mk-ikUeP8jUwwuwL49exmW0AkA3Kj_vRIFT2xfi-_GM016ATWz69hmguH9duMCNs-0bPtrqBr0-eizJo6kASCzwM2qH6narpJjLokz1-Ml2TBiyVO24qbUK/s200/F.+GARCIA+LORCA.jpeg" style="cursor: pointer; float: right; height: 145px; margin: 0pt 0pt 10px 10px; width: 148px;" /></a><span style="color: #444444;"><br />
<br />
</span><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;"><span style="font-weight: bold;">FEDERICO GARCÍA LORCA</span><br />
<br />
Y que yo me la llevé al río</span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgREDGvDUej0jxKSq808554qA2k44icstEcjiTfUJ_bT0UTyiiBJOmF3VW5pQyBYrFQTSOXKxwFqOjEfboPe_X0VLMI0XLONIQLFFccGQqdylBjRjBxvZARJr4LaR-FdjKEldAMJlsWORxa/s1600/F.+GARCIA+LORCA.jpeg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"></a> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">creyendo que era mozuela,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">pero tenía marido,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Fue la noche de Santiago</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">y casi por compromiso.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Se apagaron los faroles</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">y se encendieron los grillos.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">En las últimas esquinas</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">toqué sus pechos dormidos,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">y se me abrieron de pronto</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">como ramos de jacintos.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">El almidón de su enagua</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">me sonaba en el oído</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">como una pieza de seda</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">rasgada por diez cuchillos.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Sin luz de plata en sus copas</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">los árboles han crecido,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">y un horizonte de perros</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">ladra muy lejos del río.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Pasadas las zarzamoras,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">los juncos y los espinos,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">bajo su mata de pelo</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">hice un hoyo sobre el limo.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Yo me quité la corbata.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Ella se quitó el vestido.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Yo, el cinturón con revolver.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Ella, sus cuatro corpiños.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Ni nardos ni caracolas</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">tienen el cutis tan fino,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">ni los cristales con luna</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">relumbran con ese brillo.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Sus muslos se me escapaban</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">como peces sorprendidos,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">la mitad llenos de lumbre,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">la mitad llenos de frío.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Aquella noche corrí</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">el mejor de los caminos,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">montado en potra de nácar</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">sin bridas y sin estribos.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">No quiero decir, por hombre,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">las cosas que ella me dijo</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">la luz del entendimiento</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">me hace ser muy comedido.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Sucia de besos y arena,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">yo me la llevé del río.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Con el aire se batían</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">las espadas de los lirios.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Me porté como quien soy.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Como un gitano legítimo.</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">Le regalé un costurero</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">grande, de raso pajizo,</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">y no quise enamorarme</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">porque teniendo marido</span> </span></div><div><span style="color: #444444;"><span style="font-family: Arial CE; font-size: 130%;">me dijo que era mozuela</span> </span></div><div><span style="color: #444444; font-family: Arial CE; font-size: 130%;">cuando la llevaba al río.</span> </div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-76561542296010978162010-08-24T10:16:00.001-07:002010-08-24T10:19:13.943-07:00A UN OLMO SECO<span style="font-size:130%;">ANTONIO MACHADO<br /><br />Al olmo viejo, hendido por el rayo<br />y en su mitad podrido,<br />con las lluvias de abril y el sol de mayo<br />algunas hojas verdes le han salido. </span><p><span style="font-size:130%;"> ¡El olmo centenario en la colina<br />que lame el Duero! Un musgo amarillento<br />le mancha la corteza blanquecina<br />al tronco carcomido y polvoriento. </span></p><p><span style="font-size:130%;"> No será, cual los álamos cantores<br />que guardan el camino y la ribera,<br />habitado de pardos ruiseñores. </span></p><p><span style="font-size:130%;"> Ejército de hormigas en hilera<br />va trepando por él, y en sus entrañas<br />urden sus telas grises las arañas. </span></p><p><span style="font-size:130%;"> Antes que te derribe, olmo del Duero,<br />con su hacha el leñador, y el carpintero<br />te convierta en melena de campana,<br />lanza de carro o yugo de carreta;<br />antes que rojo en el hogar, mañana,<br />ardas en alguna mísera caseta,<br />al borde de un camino;<br />antes que te descuaje un torbellino<br />y tronche el soplo de las sierras blancas;<br />antes que el río hasta la mar te empuje<br />por valles y barrancas,<br />olmo, quiero anotar en mi cartera<br />la gracia de tu rama verdecida.<br />Mi corazón espera<br />también, hacia la luz y hacia la vida,<br />otro milagro de la primavera.</span></p>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-74421006904145743162010-08-24T10:08:00.000-07:002010-08-24T10:19:29.000-07:00UN SOL<div align="center"><strong></strong></div><span style="font-size:130%;">ALFONSINA STORNI<br /><br />Mi corazón es como un dios sin lengua,<br />mudo se está a la espera del milagro,<br />he amado mucho, todo amor fue magro,<br />que todo amor lo conocí con mengua.<br /><br />He amado hasta llorar, hasta morirme.<br />Amé hasta odiar, amé hasta la locura,<br />pero yo espero algún amor-natura<br />capaz de renovarme y redimirme.<br /><br />Amor que fructifique mi desierto<br />y me haga brotar ramas sensitivas,<br />soy una selva de raíces vivas,<br />sólo el follaje suele estarse muerto.<br /><br />¿En dónde está quien mi deseo alienta?<br />¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?<br />Vulgar estorbo, pálido follaje<br />distinto al tronco fiel que lo alimenta.<br /><br />¿En dónde está el espíritu sombrío<br />de cuya opacidad brote la llama?<br />Ah, si mis mundos con su amor inflama<br />yo seré incontenible como un río.<br /><br />¿En dónde está el que con su amor me envuelva?<br />Ha de traer su gran verdad sabida...<br />Hielo y más hielo recogí en la vida:<br />Yo necesito un sol que me disuelva.</span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-71519653364868566352010-08-24T10:01:00.001-07:002010-08-24T11:25:42.180-07:00EL HAMBRE<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA2jRncUxvEiUrUhpx9qhiOvWSq5wkqsIPMqtMCkPjocuJC-RHI_cUbyGTZpD68VzqiMpVnwTwPlXveTsb0AxQlKPFAtB3SxBjOLx48OpQyqXwGnTmbShTGcp4w_b30rIpddv_JEsEyi13/s1600/M+MUJICA+LAINEZ.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 200px; height: 128px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA2jRncUxvEiUrUhpx9qhiOvWSq5wkqsIPMqtMCkPjocuJC-RHI_cUbyGTZpD68VzqiMpVnwTwPlXveTsb0AxQlKPFAtB3SxBjOLx48OpQyqXwGnTmbShTGcp4w_b30rIpddv_JEsEyi13/s200/M+MUJICA+LAINEZ.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509044284831192322" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size:130%;">MANUEL MUJICA LAINEZ<br /><br />Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la espada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.<br />Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos.<br />Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.<br />El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.<br />¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.<br /><br />Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucado en un rincón de su tienda, sobre el suelo duro, piensa que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos festines, mientras él perece con las entrañas arañadas por el hambre. Su odio contra los jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a América fue porque creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó! España no envió a las Indias armada con tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les ha espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que para él algo valía, pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se sabe lo que pasó: le asesinaron en el Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias y sus aires! ¡Como si no nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causan cuando pretenden endulzar el tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado está de alegrarse por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes. ¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?<br />El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero no lo hay... no lo hay... Hoy mismo, con su hermano Francisco, sosteniéndose el uno al otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su hermano ha ofrecido vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San Lúcar y en el que hay labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro, no lo hubiera logrado, porque no lo hay, porque no lo hay. No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda.<br />El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua sobre los labios deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar guardia junto al patíbulo. Allí estará ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos y entonces...<br />Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.<br /><br />Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las tiendas y los fuegos escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios, famélicos también, pues ha amenguado el ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están, allí están, como tres péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas... Unos pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más...<br />Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras y el ballestero siente que se aviva su cólera, atizada por las presencias inoportunas. Ahora les ve. Son cuatro hidalgos, cuatro jefes: don Francisco de Mendoza, el adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los Romanos; don Diego Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin, hermano de leche de nuestro señor Carlos V; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo cuatralbo de las galeras del Príncipe Andrea Doria.<br />Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo, y que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le envanece tanto.A este Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron, le cobró una aversión que ha crecido durante el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren fomentaron su animosidad. Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado a sus órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo, encadenados a los remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles el mismo día en que el Emperador le hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo de la nao, hubieran podido pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de volver la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello de pieles, que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo de la armada del Príncipe Andrea Doria! ¿Y qué? ¿Será él menos hombre, por ventura? También dispone de dos brazos y de dos piernas y de cuanto es menester...<br />Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las manos en las caderas. El genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos. Detrás, los tres cadáveres giran en los dedos del viento.<br />El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae silenciosamente desvanecido sobre la hierba rala.<br /><br />Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas, pronto a apagarse. Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada. Se incorporó pesadamente y miró hacia las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados. Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se movió, muy cerca. Retuvo la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a la luz roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni Carlos Dubrin, ni el caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni su hermano, ni tan siquiera el señor don Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar de ronda, con su libro de oraciones.<br />Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: sólo Bernardo Centurión, pues los centinelas están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres cuerpos lívidos penden, con su espantosa tentación... Si el genovés se fuera de una vez por todas... de una vez por todas... ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de una vez por todas? ¿Por qué no aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de caza se hundirá en la espalda del italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera hubiera estado seguro de su destreza, de su agilidad...<br />No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la empuñadura afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció en la suavidad de las nutrias! ¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la carne de ese animal que está cazando y que ha logrado por fin! La bestia cae con un sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente, sobre la cara, en la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de los tigres que merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca bajo el manto y al topar con un brazo del hombre que acaba de apuñalar, lo cercena con la faca e hinca en él los dientes que aguza el hambre. No piensa en el horror de lo que está haciendo, sino en morder, en saciarse. Sólo entonces la pincelada bermeja de las brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al corsario italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano, entre esas pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de su muerte, para abrigarse. El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.<br /><br /> Manuel Mujica Lainez <br /><a href="http://www.escribirte.com.ar/obras/341.htm"><i>Misteriosa Buenos Aires (1950)</i></a></span> </div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-54361251322884546982010-08-24T09:53:00.001-07:002010-08-24T11:35:07.567-07:00A LA DERIVA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis8pypahyAao1mAK7zKvIYW3GPJYRrrH7213ZU2a7VCNhQnUlRY-Ymboj1JMu5FFM4ptm4YzpsWwa4tWngm8kMgbRX3w9sGikk5g5vHNxtPEoYfgM2-ADiBLHu-WAUpNnpPxBVyJvgcAo9/s1600/HORACIO+QUIROGA.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 149px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis8pypahyAao1mAK7zKvIYW3GPJYRrrH7213ZU2a7VCNhQnUlRY-Ymboj1JMu5FFM4ptm4YzpsWwa4tWngm8kMgbRX3w9sGikk5g5vHNxtPEoYfgM2-ADiBLHu-WAUpNnpPxBVyJvgcAo9/s200/HORACIO+QUIROGA.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509046749464136402" border="0" /></a><br />HORACIO QUIROGA<br /><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size:130%;">El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">¿Qué sería? Y la respiración...<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">-Un jueves...<br /><br /></span><span style="font-size:130%;">Y cesó de respirar.</span></div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-28121116048035657622010-06-14T06:25:00.001-07:002010-08-24T11:18:37.509-07:00LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEha6vK75Hahoofjah5Jw0jJx2yNfpIHclXgU8DSx6jgWK1MQXuHR3cunU7wBARYL2l2tz_FwOlEsIcdMPjgzuQAhZD-tRGvYMTVSK_YLdTjjINbxnPzZ3U97CBJSTHhqa3rD_xBKZHEk7QB/s1600/LOS+OJOS+DEL+PERRO+SIBERIANO.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 102px; height: 150px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEha6vK75Hahoofjah5Jw0jJx2yNfpIHclXgU8DSx6jgWK1MQXuHR3cunU7wBARYL2l2tz_FwOlEsIcdMPjgzuQAhZD-tRGvYMTVSK_YLdTjjINbxnPzZ3U97CBJSTHhqa3rD_xBKZHEk7QB/s400/LOS+OJOS+DEL+PERRO+SIBERIANO.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482621109854969154" border="0" /></a><br /><div style="text-align: center; color: rgb(102, 0, 204); font-weight: bold;"><span style="font-size:130%;">LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO<br /></span></div><span style="font-size:130%;">Puedes clickear el texto completo, en la columna lateral "TEXTOS COMPLETOS"</span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-33860557337574773402010-04-14T06:27:00.000-07:002010-08-24T11:18:23.861-07:00LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV-K_N-cKxpQVsd-C4jLsLCx9lKKlZjW2rP9rjxoq767cnHbH7_NTXk4WKIuIHexl5pRQ0kZPT8jj66LhMNmL_Dxw3YcRy0r77LifhsAvpXVohs3359gWyaezVJ6u-2qjWWkF5jQS6sWyf/s1600/LA+REVOLUCI%C3%93N+ES+UN+SUE%C3%91O+ETERNO.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 68px; height: 116px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV-K_N-cKxpQVsd-C4jLsLCx9lKKlZjW2rP9rjxoq767cnHbH7_NTXk4WKIuIHexl5pRQ0kZPT8jj66LhMNmL_Dxw3YcRy0r77LifhsAvpXVohs3359gWyaezVJ6u-2qjWWkF5jQS6sWyf/s400/LA+REVOLUCI%C3%93N+ES+UN+SUE%C3%91O+ETERNO.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5459986380320306018" border="0" /></a><br /><br /><span style="font-weight: bold; color: rgb(102, 0, 204);font-size:130%;" >LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO DE ANDRES RIVERA</span><span style="color: rgb(102, 0, 204);font-size:130%;" ><br /></span><span style="font-size:130%;"><br />Haz click en el enlace de la columna lateral "TEXTOS COMPLETOS" para poder leer el texto completo</span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-70960027049645662232009-12-19T13:44:00.001-08:002009-12-19T13:44:56.010-08:00FELIZ NAVIDAD<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtdXhbexzTU8tCGXVrlTCxopngGcJF_FP-l6L_10a-MilI2j8EzRcNUDwdwvtR06jrWBQK3ZSy_Te-4xxppOrlbr7O9_p3jPy-lgmt8bPhUg089vl52xcAZZ3QJjNEt27LxUoJxjTd7eN7/s1600-h/FELIZ+NAVIDAD+9.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtdXhbexzTU8tCGXVrlTCxopngGcJF_FP-l6L_10a-MilI2j8EzRcNUDwdwvtR06jrWBQK3ZSy_Te-4xxppOrlbr7O9_p3jPy-lgmt8bPhUg089vl52xcAZZ3QJjNEt27LxUoJxjTd7eN7/s400/FELIZ+NAVIDAD+9.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5417066535006539474" border="0" /></a>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-27309171324093261742009-10-11T08:34:00.000-07:002010-08-24T11:17:48.741-07:00PROYECTO BIBLIOTECA DIGITAL ARGENTINA<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvdgSgUFiinOaG2WSiLSurp5a87XD7XNZthyArX26k7-AzUmtWHrbw_HTYSANI-ICwKB5ZNqAPimYqP3gAZeAusL8OVbvaGBZmUv5rfUC9Nj53Zan-UTzvgfbqEa-__EeyoecSpesSyJhn/s1600-h/PROYECTO+BIBLIOTECA+DIGITAL+ARGENTINA.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 128px; height: 83px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvdgSgUFiinOaG2WSiLSurp5a87XD7XNZthyArX26k7-AzUmtWHrbw_HTYSANI-ICwKB5ZNqAPimYqP3gAZeAusL8OVbvaGBZmUv5rfUC9Nj53Zan-UTzvgfbqEa-__EeyoecSpesSyJhn/s400/PROYECTO+BIBLIOTECA+DIGITAL+ARGENTINA.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5391367241894055058" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:130%;">Proyecto realizado por la Fundación Noble.<br />seguir este enlace: <a href="http://www.clarin.com/pbda/">http://www.clarin.com/pbda/</a><br /></span><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><span style="font-size:130%;"><b><span style="color: rgb(102, 0, 0);">"CORPUS DE LA BIBLIOTECA DIGITAL ARGENTINA<br /> </span></b></span><span style="color: rgb(102, 0, 0);font-size:130%;" > <span style="color: rgb(0, 0, 0);">Está integrado por las obras más representativas de nuestra literatura<br /> y también por aquellas de difícil acceso. Así, novelas, ensayos, relatos,<br /> biografías, obras teatrales, crónicas y poesías estarán al alcance de<br /> diversos usuarios: lectores corrientes y lectores especializados.<br /> La biblioteca se actualizará, con el agregado de nuevas obras,<br /> en forma permanente.<br /> </span><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> </span></span><span style="font-size:130%;"><b><span style="color: rgb(102, 0, 0);"><br /> OBRAS QUE CONTIENE EL PROYECTO<br /> </span></b></span><span style="color: rgb(102, 0, 0);font-size:130%;" > <span style="color: rgb(0, 0, 0);">Reproduce aquellas obras que pertenecen al corpus de la literatura<br />argentina y que, por imperio de la Ley 11.723, han pasado al dominio<br />público. El mencionado texto legal impone tal dominio, ya que las obras<br />se encuentran protegidas por el derecho de propiedad intelectual hasta<br />70 años desde de la muerte de su autor (contados desde el<br />1 de enero del año siguiente de su fallecimiento).<br /> <br /> Se publica on line el texto íntegro de la obra siguiendo, para ello,<br /> rigurosos procesos de control y edición. Se respetan, dentro de lo<br /> prudente, las características de las versiones originales.<br /> Si alguna forma ortográfica arcaica o en desuso se transformara<br /> para facilitar la lectura, se aclarará oportunamente.<br /> </span></span><span style="font-size:130%;"><b><span style="color: rgb(102, 0, 0);"><br /> </span></b><b><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> ORGANIZACION DE LA BIBLIOTECA<br /> </span></b></span><span style="color: rgb(0, 0, 0);font-size:130%;" >La organización aprovecha los beneficios de catalogación de datos<br />que ofrece Internet, lo que permite acceder a contenidos previamente<br />clasificados y ordenados. Asimismo, el sitio cuenta con enlaces a<br />bibliotecas electrónicas, bibliotecas nacionales y otros sitios de literatura."<br /> </span><b><span style="color: rgb(102, 0, 0);"><br /> </span></b></span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-82253171020579935182009-10-11T07:13:00.000-07:002009-10-11T08:47:22.403-07:00BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL -Artículo publicado en LA NACIÓN<br /><span class="volanta">Patrimonio Universal / Documentos al alcance de todos</span><h1>Lanza hoy la Unesco la<br /></h1><h1><a href="http://www.wdl.org">Biblioteca Digital Mundial</a></h1> <h2>Reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos</h2> <!-- CABEZAL NOTA --> <!-- FECHA y NAVEGADOR--> <div class="notaFecha floatFix"> <div class="derecha">Noticias de <a href="http://www.lanacion.com.ar/cultura/index.asp" class="path">Cultura</a>: anterior | siguiente </div> Martes 21 de abril de 2009 | <b>Publicado en edición impresa </b> </div> <!-- /FECHA y NAVEGADOR--> <div class="notaComentario floatFix noprint"> <div class="derecha"><script type="text/javascript" language="JavaScript">eplAD('comsponsor', kwsEpl);</script><!-- /HERRAMIENTAS DE LA NOTA --> </div></div><div class="notaFoto izquierda"><h3 class="techo color"><a href="javascript:void(0)" onclick="javascript:abrirGaleriaImagenes('imgViewer', 'imgViewer812', 515, 630, '', 1120465, 19706, 986493)">Ver mas fotos</a> FOTO </h3><a href="javascript:void(0)" onclick="javascript:abrirGaleriaImagenes('imgViewer', 'imgViewer812', 515, 630, '', 1120465, 19706, 986493);"><img src="http://www.lanacion.com.ar/archivo/anexos/fotos/93/986493.jpg" class="focal" alt="Lanza hoy la Unesco la Biblioteca Digital Mundial" /></a><span class="notaEpigrafe">Un códex azteca del año 1531</span><span class="notaEpigrafe"> Foto: Imágenes UNESCO</span></div> <p> </p><p><b> Luisa Corradini<br />Corresponsal en Paris </b><br /></p> <p> PARIS.- Por primera vez en la historia, la Unesco pondrá hoy en línea una Biblioteca Digital Mundial (BDM), de acceso gratuito, para mostrar y explicar en siete idiomas las joyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta. </p> <p>"Es la primera iniciativa de envergadura mundial y tiene, sobre todo, carácter patrimonial", anticipó ayer a LA NACION Abdelaziz Abid, coordinador del proyecto impulsado por la Unesco y otras 32 instituciones. </p> <p>El funcionario tunecino explicó que la BDM no ofrecerá documentos corrientes, sino "con valor de patrimonio, que permitirán apreciar y conocer mejor las culturas del mundo en idiomas diferentes: árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués. Pero hay documentos en línea en más de 50 idiomas". </p> <p>Tercera biblioteca digital en importancia -después de Google Book Search y el nuevo proyecto europeo, Europeana-, la BDM reunirá material universal invalorable: desde antiguos documentos de caligrafía antigua persa y china hasta los primeros mapas del Nuevo Mundo, pasando por pinturas rupestres africanas que datan de 8000 años a.C. </p> <p>"Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562", explicó Abid. </p> <p> Los tesoros incluyen el <i> Hyakumanto darani </i> , un documento en japonés publicado en 764 y considerado el primer texto impreso de la historia; un relato de los aztecas que constituye la primera mención del niño Jesús en el Nuevo Mundo; trabajos de científicos árabes desvelando el misterio del álgebra; huesos utilizados como oráculos y estelas chinas; la Biblia de Gutenberg; antiguas fotos latinoamericanas de la Biblioteca Nacional de Brasil y la célebre Biblia del Diablo, del siglo XIII, de la Biblioteca Nacional de Suecia. </p><b class="subtituloGris"> Fácil de navegar </b><p>Cada joya de la cultura universal aparece acompañada de una breve explicación de su contenido y su significado. Los documentos fueron escaneados e incorporados en su idioma original, pero las explicaciones aparecen en siete lenguas. </p> <p>La biblioteca comienza con unos 1200 documentos, pero ha sido pensada para recibir un número ilimitado de textos, grabados, mapas, fotografías e ilustraciones. </p> <p> La idea fue concebida en 2005 por James H. Billington, director de la Biblioteca del Congreso de EE.UU. </p> <p>El objetivo principal de la BDM son los jóvenes. La Unesco siempre consideró a las bibliotecas la continuación de la escuela. "La escuela prepara a la gente para ir a las bibliotecas, y hoy las bibliotecas se vuelven digitales", resumió Abid. </p> <p>El proyecto fue desarrollado por un equipo de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, con la asistencia técnica de la Biblioteca de Alejandría y la Unesco, que movilizó a sus miembros para entregar contenidos de su patrimonio cultural. </p> <p>Bibliotecas e instituciones culturales de Brasil, Egipto, China, Francia, Irak, Israel, Japón, Malí, México, Marruecos, Holanda, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Serbia, Eslovaquia, Africa del Sur, Suecia, Uganda, Gran Bretaña y Estados Unidos aportaron contenidos y experiencia. La Unesco confía en firmar contratos de colaboración con unos 60 países más antes de fin de año. </p> <p>"Los países emergentes quieren ver cómo funciona esto para crear luego bibliotecas digitales nacionales", destacó Abid. En esos casos, la Unesco "proporcionará ayuda a sus miembros que no tengan medios técnicos o financieros para digitalizar sus fondos", precisó. </p> <p>El desarrollo de la BDM costó más de 10 millones de dólares, que fueron financiados por donantes privados. Entre otros, Google, Microsoft, la Fundación Qatar, la Universidad Rey Abdullah de Arabia Saudita y la Corporación Carnegie de Nueva York. Según los expertos, será necesario más dinero a medida que la BDM aumente su caudal de documentos e incluya en esta maravillosa aventura a los países más pobres. </p> <h3 class="techo color"><b> Cómo se accede al sitio global </b></h3> <p><span class="arial13"><ul class="nota"><li class="arial13">PARIS.? Aunque será presentado oficialmente hoy en la sede de la Unesco, en esta ciudad, la Biblioteca Digital Mundial ya está disponible en Internet, a través del sitio <a href="http://www.wdl.org/" target="_blank" rel="nofollow">www.wdl.org</a> . El acceso es gratuito y los usuarios pueden ingresar directamente por la Web, sin necesidad de registrarse. </li></ul></span></p>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-72577598752590441662009-10-08T21:29:00.000-07:002010-08-24T10:19:47.279-07:00HAIKUS DE J. L. BORGES<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgR1RcEyTGj3XLdZU-V6gORtQ5JNHamk6cx7MgA44CPApg4nDx7WVnfjo7V-4B7Gj_P_bo9KfEAKtPtW7eKW0azAqYbURGuUhdcKnEz37BNvVWVSUj1jKS6pqwQ2MVZJLpPvj_BtKhR3osq/s1600-h/HAIKU+1.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 120px; height: 92px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgR1RcEyTGj3XLdZU-V6gORtQ5JNHamk6cx7MgA44CPApg4nDx7WVnfjo7V-4B7Gj_P_bo9KfEAKtPtW7eKW0azAqYbURGuUhdcKnEz37BNvVWVSUj1jKS6pqwQ2MVZJLpPvj_BtKhR3osq/s400/HAIKU+1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5390453890095938210" border="0" /></a><br /><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:100%;" >Jorge Luis Borges<br />Diecisiete haiku<br /></span></b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:100%;" ><span style="font-size:85%;"><i>La cifra,</i> 1ra ed. Buenos Aires, Emecé, 1981.<br />1ra ed. Madrid, Alianza Editorial, 1981. Col. Alianza Tres, 159. </span></span></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >1</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Algo me han dicho</span></b><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZJKoo0GGbaCYCJDZAQY7EcbfI53N0XHJgd5a6scalTIUfBD4tSxTjKeGAxiGZwEY7fh2jAZOnSGEq_CIBGTEU6spZUjpWt0kLThdjFnyxetzKtYoqlAi5CrncQl1tfCUhjR6xKf5ZBrQ1/s1600-h/HAIKUS+2.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 91px; height: 124px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZJKoo0GGbaCYCJDZAQY7EcbfI53N0XHJgd5a6scalTIUfBD4tSxTjKeGAxiGZwEY7fh2jAZOnSGEq_CIBGTEU6spZUjpWt0kLThdjFnyxetzKtYoqlAi5CrncQl1tfCUhjR6xKf5ZBrQ1/s400/HAIKUS+2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5390454278596833906" border="0" /></a><br /><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >la tarde y la montaña.<br />Ya lo he perdido.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />2</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >La vasta noche<br />no es ahora otra cosa<br />que una fragancia.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />3</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >¿Es o no es<br />el sueño que olvidé<br />antes del alba?</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />4</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Callan las cuerdas.<br />La música sabía<br />lo que yo siento.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />5</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Hoy no me alegran<br />los almendros del huerto.<br />Son tu recuerdo.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />6</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Oscuramente<br />libros, láminas, llaves<br />siguen mi suerte.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />7</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Desde aquel día<br />no he movido las piezas<br />en el tablero.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />8</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >En el desierto<br />acontece la aurora.<br />Alguien lo sabe.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />9</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >La ociosa espada<br />sueña con sus batallas.<br />Otro es mi sueño.<br /></span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />10</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >El hombre ha muerto.<br />La barba no lo sabe.<br />Crecen las uñas.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />11</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Ésta es la mano<br />que alguna vez tocaba<br />tu cabellera.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />12</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Bajo el alero<br />el espejo no copia<br />más que la luna.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />13</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Bajo la luna<br />la sombra que se alarga<br />es una sola.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />14</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >¿Es un imperio<br />esa luz que se apaga<br />o una luciérnaga?</span></b></p><p align="left"> </p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />15</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >La luna nueva<br />ella también la mira<br />desde otro puerto.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />16</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >Lejos un trino.<br />El ruiseñor no sabe<br />que te consuela.</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" ><br />17</span></b></p><p align="left"><b><span style=";font-family:Verdana,Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:85%;" >La vieja mano<br />sigue trazando versos<br />para el olvido.</span></b></p><a href="http://www.terebess.hu/english/haiku/borges_en.html"><br /></a>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-75793614281220555042009-09-28T15:19:00.000-07:002009-09-28T15:29:24.508-07:00BIOGRAFÍA DE TADEO ISIDORO CRUZ<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigbJPVcJZGjIk2182fN3xoqVg9GMHhlYvcmpqfMOEGlhLPpC26yVpG9OjEjTU40JAASTXHKF_mU5F42NiZWKarpL30EiKIvnara4wH52MkCwNCSHHNnT_dxC6lu1XNfrMfWfN71qyDKozi/s1600-h/JORGE+LUIS+BORGES.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 100px; height: 132px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigbJPVcJZGjIk2182fN3xoqVg9GMHhlYvcmpqfMOEGlhLPpC26yVpG9OjEjTU40JAASTXHKF_mU5F42NiZWKarpL30EiKIvnara4wH52MkCwNCSHHNnT_dxC6lu1XNfrMfWfN71qyDKozi/s400/JORGE+LUIS+BORGES.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5386648814361250738" border="0" /></a><br /><div style="text-align: right;">JORGE LUIS BORGES<br /></div><div style="text-align: justify;">El seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a las divisiones de López, hicieron alto en una estancia cuyo nombre ignoraban, a tres o cuatro leguas del Pergamino; hacia el alba, uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbra del galpón, el confuso grito despertó a la mujer que dormía con él. Nadie sabe lo que soñó, pues al otro día, a las cuatro, los montoneros fueron desbaratados por la caballería de Suárez y la persecución duró nueve leguas, hasta los pajonales ya lóbregos, y el hombre pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las guerras del Perú y del Brasil. La mujer se llamaba Isidora Cruz; el hijo que tuvo recibió el nombre de Tadeo Isidoro.<br />Mi propósito no es repetir su historia. De los días y noches que la componen, sólo me interesa una noche; del resto no referiré sino lo indispensable para que esa noche se entienda. La aventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (1 Corintios 9:22), pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones. Quienes han comentado, y son muchos, la historia de Tadeo Isidoro, destacan el influjo de la llanura sobre su formación, pero gauchos idénticos a él nacieron y murieron en las selváticas riberas del Paraná y en las cuchillas orientales. Vivió, eso sí, en un mundo de barbarie monótona. Cuando, en 1874, murió de una viruela negra, no había visto jamás una montaña ni un pico de gas ni un molino. Tampoco una ciudad. En 1849, fue a Buenos Aires con una tropa del establecimiento de Francisco Xavier Acevedo; los troperos entraron en la ciudad para vaciar el cinto: Cruz, receloso, no salió de una fonda en el vecindario de los corrales. Pasó ahí muchos días, taciturno, durmiendo en la tierra, mateando, levantándose al alba y recogiéndose a la oración. Comprendió (más allá de las palabras y aun del entendimiento) que nada tenía que ver con él la ciudad. Uno de los peones, borracho, se burló de él. Cruz no le replicó, pero en las noches del regreso, junto al fogón, el otro menudeaba las burlas, y entonces Cruz (que antes no había demostrado rencor, ni siquiera disgusto) lo tendió de una puñalada Prófugo, hubo de guarecerse en un fachinal: noches después, el grito de un chajá le advirtió que lo había cercado la policía. Probó el cuchillo en una mata para que no le estorbaran en la de a pie, se quitó las espuelas. Prefirió pelear a entregarse. Fue herido en el antebrazo, en el hombro, en la mano izquierda; malhirió a los más bravos de la partida; cuando la sangre le corrió entre los dedos, peleó con más coraje que nunca; hacia el alba, mareado por la pérdida de sangre, lo desarmaron. El ejército, entonces, desempeñaba una función penal; Cruz fue destinado a un fortín de la frontera Norte. Como soldado raso, participó en las guerras civiles; a veces combatió por su provincia natal, a veces en contra. El veintitrés de enero de 1856, en las Lagunas de Cardoso, fue uno de los treinta cristianos que, al mando del sargento mayor Eusebio Laprida, pelearon contra doscientos indios. En esa acción recibió una herida de lanza.<br />En su oscura y valerosa historia abundan los hiatos. Hacia 1868 lo sabemos de nuevo en el Pergamino: casado o amancebado, padre de un hijo, dueño de una fracción de campo. En 1869 fue nombrado sargento de la policía rural. Había corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nues-tro símbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Cuéntase que Alejandro de Macedonia vio reflejado su futuro de hierro en la fabulosa historia de Aquiles; Carlos XII de Suecia, en la de Alejandro. A Tadeo Isidoro Cruz, que no sabía leer, ese conocimiento no le fue revelado en un libro; se vio a sí mismo en un entrevero y un hombre. Los hechos ocurrieron así:<br />En los últimos días del mes de junio de 1870, recibió la orden de apresar a un malevo, que debía dos muertes a la justicia. Era éste un desertor de las fuerzas que en la frontera Sur mandaba el coronel Benito Machado en una borrachera, había asesinado a un moreno en un lupanar; en otra, a un vecino del partido de Rojas; el informe agregaba que procedía de la Laguna Colorada. En este lugar, hacía cuarenta años, habíanse congregado los montoneros para la desventura que dio sus carne a los pájaros y a los perros; de ahí salió Manuel Mesa, que fue ejecutado en la plaza de la Victoria, mientras los tambores sonaban para que no se oyera su ira; de ahí, el desconocido que engendró a Cruz y que pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las batallas del Perú y del Brasil. Cruz había olvidado el nombre del lugar; con leve pero inexplicable inquietud lo reconoció... El criminal, acosado por los soldados, urdió a caballo un largo laberinto de idas y de venidas; éstos, sin embargo lo acorralaron la noche del doce de julio. Se había guarecido en un pajonal. La tiniebla era casi indescifrable; Cruz y los suyos, cautelosos y a pie, avanzaron hacia las matas en cuya hondura trémula acechaba o dormía el hombre secreto. Gritó un chajá; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento. El criminal salió de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevió, terrible; la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Básteme recordar que el desertor malhirió o mató a varios de los hombres de Cruz. Este, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro.</div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-52425212320143922482009-09-17T11:15:00.000-07:002010-08-24T10:20:40.695-07:00YO EN EL FONDO DEL MAR<span style=";font-family:lucida grande;font-size:130%;" >ALFONSINA STORNI<br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">En el fondo del mar</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">hay una casa de cristal.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">A una avenida</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">de madréporas</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">da.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">Un gran pez de oro,</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">a las cinco,</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">me viene a saludar.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">Me trae</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">un rojo ramo</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">de flores de coral.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">Duermo en una cama</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">un poco más azul</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">que el mar.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">Un pulpo</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">me hace guiños</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">a través del cristal.</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">En el bosque verde</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">que me circunda</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">—din don... din dan—</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">se balancean y cantan</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">las sirenas</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">de nácar verdemar.</span><br /><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">Y sobre mi cabeza</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">arden, en el crepúsculo,</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">las erizadas puntas del</span><br /><span style="color: rgb(0, 0, 0);">mar.</span></span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-43071018662534251162009-09-17T11:03:00.000-07:002010-08-24T10:21:27.439-07:00VOY A DORMIR.<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivKVt7HyvrGFVw3FU0DPtpMoRVWD1uZBBPQsLgaIhgLQXWBXn8weWjo72cDEUlfAbGHxjK2dqblOkVDA3jguPRLS7SNLNCk0zXhJnCQk8NCgpWzJp5SSsVBdDxRTSJ5GzltiRbWcqF1SCY/s1600-h/ALFONSINA+Y+EL+MAR.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 333px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivKVt7HyvrGFVw3FU0DPtpMoRVWD1uZBBPQsLgaIhgLQXWBXn8weWjo72cDEUlfAbGHxjK2dqblOkVDA3jguPRLS7SNLNCk0zXhJnCQk8NCgpWzJp5SSsVBdDxRTSJ5GzltiRbWcqF1SCY/s400/ALFONSINA+Y+EL+MAR.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5382499060018599602" border="0" /></a><br /><br />Dientes de flores, cofia de rocío,<br />manos de hierbas, tú, nodriza fina,<br />tenme prestas las sábanas terrosas<br />y el edredón de musgos escardados<br /><br />Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.<br />Ponme una lámpara a la cabecera;<br />Una constelación, la que te guste;<br />Todas son buenas; bájala un poquito.<br /><br />Déjame sola: oyes romper los brotes…<br />Te acuna un pie celeste desde arriba<br />Y un pájaro te traza unos compases<br /><br />Para que olvides… Gracias. ¡Ah!, un encargo:<br />Si él llama nuevamente por teléfono<br />Le dices que no insista, que he salido…<br /><br /><span style="font-style: italic;">ALFONSINA STORNI<span style="font-weight: bold;"></span></span>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-558822340483055702.post-20645647519375335552009-08-12T15:34:00.000-07:002010-08-24T11:17:15.429-07:00EL PSICOANÁLISIS<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhufb2gXCyjBz2O0PwlFBLrTkud8e3wdgMjKT68w6oJyc9wnVNZT7LYKE7TCoyrbbLDyXpFai_3nHljBn_GH0nPfbyk5v3M7Zg1C1ZRor0ou9ptwT1mxfAObmRPFFDBnT7Bjy6XSLlOq5ru/s1600-h/CUENTOS+CORRENTINOS.jpeg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 114px; height: 114px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhufb2gXCyjBz2O0PwlFBLrTkud8e3wdgMjKT68w6oJyc9wnVNZT7LYKE7TCoyrbbLDyXpFai_3nHljBn_GH0nPfbyk5v3M7Zg1C1ZRor0ou9ptwT1mxfAObmRPFFDBnT7Bjy6XSLlOq5ru/s320/CUENTOS+CORRENTINOS.jpeg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5369216710715622178" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-weight: bold;font-size:130%;" >VELMIRO AYALA GAUNA</span><span style="font-size:130%;"><br />En el amplio rancho donde funcionaba la comisaría de Capibara-Cué, se encontraban, en la mañana de un cálido verano, los más distinguidos representantes de la autoridad policial lugareña, vale decir, don Frutos Gómez, el comisario; Luis Arzásola, el oficial sumariante, y el cabo Leiva, amén de un agente que cebaba mate para los tres primeros.<br />La conversación, aburrida por falta de temas, se arrastraba de silencio en silencio, cuando Arzásola, de pronto, interrogó:<br />— ¿Conoce usted el psicoanálisis, don Frutos?<br />— No, m’hijo... Ese circo nunca vino por acá.<br />El cabo Leiva interrumpió diciendo:<br />— Circo lindo nicó era el Olivood, Joligú que le decían algunos que se daban de leídos. Traiban una mocita alambrera con unos pantaloncitos muy ajustados que sabía hacer unas pruebas de equilibrio muy difíciles.<br />— ¡Pero, no! No hablaba de eso, yo dije psicoanálisis.<br />— Ya te dije nicó que el “circo Análisis” no vino por acá, al menos desde que soy comesa-rio. ¿Gringos los dueños, pa?<br />— ¿Qué dueños?...<br />— Los del circo... los Análisis esos, pues.<br />— ¡Oh, señor! Parece que lo hicieran a propósito. Yo dije psicoanálisis, de “psico”, que quiere decir alma y “análisis”, investigación o sea la investigación del alma.<br />— ¿Y por qué pa no hablás en cristiano, m’hijo?... Yo a esos idiomas extranjeros no los entiendo.<br />— Yo sí... —dijo el cabo vanidosamente—. ¡Y hay que oír cómo hablamos con el “Mister” ‘e la estancia!<br />— ¡Pero si apenas sabés la castilla, qué vas a hablar en gringo!— se rió el comisario.<br />— Y de no, don Frutos. Fasilidá que tiene uno.<br />— Pero eso es imposible —exclamó el oficial—. ¿Cómo va hablar un idioma sin conocerlo?<br />— Yo no sé, pero cuando él me ve, me dice “Tuyuyú jú” (Cigüeña negra) y yo le contesto “Juera güey pirú” (Fuera buey flaco). Dispués me dice “Uruguay” y yo le rispondo “Paraguay”...<br />— iJa...ja!—se lanzó a reír Arzásola—. ¡Qué fantástico! ¿Sabe lo que pasa, comisario?<br />— No... Y si vos sabés, esplicate, pue...<br />— Muy bien. El inglés le dice “How do yo’u do”, que quiere decir “¿Cómo le va?” y cree que Leiva le contesta “Very well, thank you”, o sea “Muy bien, gracias”. Entonces se despide diciéndole “Good bye” que significa “adiós” y se va convencido que el cabo le ha contestado lo mismo. Lo que pasa es que en inglés esas palabras se pronuncian muy parecidas a lo que él entiende.<br />— ¡Vea si serán atravesaos los gringos pa la conversa!—dijo el aludido—. Si alguna ve me nuembran comesario del mundo yo le voy a obligar a todos a que haulen bien, así como haulamos nosotro u séase en castilla o en guaraní, lo idioma’el crestiano y no ese entreviero’e palabras.<br />— Bien —continuó el oficial— volviendo al psicoanálisis. Es una ciencia muy útil para la policía.<br />— ¡No me diga! —expresó don Frutos interesado.<br />— Sí, comisario. Mediante preguntas bien calculadas se con sigue que el delincuente sea delatado en sus respuestas por el subconsciente.<br />— ¡Qué lástima que aquí no haya subconciente! Supo haber un subcomisario y una vez vino un subteniente pa las elecciones, pero subconciente no conocí... ¿Y qué grado es? ¿Encima’e sargento, pa?<br />— El subconsciente... —prosiguió el oficial sumariante con inagotable paciencia— es aquella parte de...<br />— Parate, m’hijo... —interrumpió don Frutos— que aquí viene doña Moncha muy apurada... Vamos a ver qué le pasa.<br />La noticia que trajo la buena mujer fue que, cerca del boliche, detrás de un corral, habían encontrado malamente herido a don Casiano, el resero, por lo que lo habían llevado, sin pérdida de tiempo, a casa de doña Belén, la curandera.<br />Rápidamente fueron hacia el rancho de la “médica” y allí hallaron al hombre, con la cabeza y el hombro derecho vendados, en estado de semi-inconsciencia.<br />— ¿Qué tal, pa, doña Belén? ¿Hay peligro que se corte?...<br />— No, don Frutos... Ya dentró a bajarle la fiebre, pero va a tener pa rato...<br />— ¿No dijo nada?...<br />— Nada, se quejaba nomás...<br />El comisario lo observó detenidamente y volvió a preguntar:<br />— ¿Algún hachazo o qué?...<br />— Pa mí... —respondió la vieja—, un garrotazo que le agarró’e refilón la cabeza y le rompió l’islilla…<br />— ¡Ah!<br />— Endemás tenía los bolsillos’e la blusa daos güelta y sin un peso...<br />— Pa robarlo entonces jue...<br />— Sí, pero no le encontraron una bolsita llena’e plata que tenía colgada al pecho... Aquí está...<br />— Güeno —dijo don Frutos—. Voy a llevarla a la comesaría pa que allí la reclame cuando sane. De mientras cuídelo, doña.<br />— Pierda cuidado, don Frutos, como si juera’e la familia lo voy a tener...<br />Los policías se despidieron y fueron al lugar donde se había encontrado al herido. Numerosos árboles rodeaban el corral de palo a pique. Muy cerca de él pasaba un tortuoso sendero que, no lejos de allí, empalmaba con el camino real.<br />— Don Casiano haberá dejao el boliche medio en tranca y agarrao por aquí, como de costumbre, porque es más cerca —expuso el comisario.<br />— El malhechor, sin duda —intervino el oficial—, lo habrá esperado escondido detrás de esos troncos...<br />— Así parece —confirmó el superior.<br />Observaron el lugar donde el hombre había caído. El fino polvo estaba aplastado y conservaba malamente la forma del cuerpo. Unas manchas oscuras eran los rastros que quedaban de la sangre vertida. A su alrededor había confusas pisadas de hombres y animales. Revisaron concienzudamente el lugar y hallaron entre la hierba algunas monedas y una gruesa rama con rojizas señales.<br />— Con esto le pegaron —exclamó el oficial—. Si pudiéramos sacarle las impresiones digitales.<br />— No hace falta. Dejame estudear el asunto. Pa mí el creminal lo esperó escondido atrás ‘e ese paraíso y cuando el viejo Casiano pasó le abajó el garrotazo. Felizmente, de apurao o por la escuridá, le erró el viandazo y por eso le agarró el costado’e la cabeza y le rompió el huesito ése del hombro...<br />— La clavícula, señor...<br />— Será, pa nosotro es l’islilla. Dispués le revisó y le sacó la plata que encontró en la blusa.<br />— Si le acierta bien lo dijuntea —afirmó el cabo Leiva.<br />— Menos mal, así sólo tendremos que meterlo preso por robo y heridas y no por muerte, qu’es cosa más seria...<br />— Pero antes hay que saber quién es, señor.<br />— ¡Claro, pues!... Pero ya lo agarraremos. Ande ha de ir el güey que no are...<br />El comisario fue y habló con don Pedro el bolichero, luego consultó con los parroquianos que habían estado esa noche en el negocio. De un rancho se trasladó a otro, conversó, tomó mate, siguió conversando y tomando mates y cuando hubo efectuado todas sus averiguaciones quedó con dos sospechosos alojados en la comisaría.<br />Eran dos peones que habían conducido una tropa de hacienda para el carnicero y luego habían permanecido en el pueblo a la espera de otra ‘changa”.<br />Los dos habían estado en el negocio jugando al monte la noche anterior y salido con intervalos de minutos, un rato antes que don Casiano, y sus explicaciones no eran muy satisfactorias.<br />Uno decía que como había perdido todo lo que llevaba encima había ido hasta donde se alojaba a buscar más dinero y que, al volver, encontró el negocio cerrado por lo cual volvió a dormir.<br />El otro dijo que después que perdió los veinte pesos que se había propuesto arriesgar esa noche y para no caer en la tentación salió a caminar y se estuvo un rato largo sentado sobre una piedra a orillas del río.<br />Ninguno, sin embargo, pudo citar testigos o presentar pruebas en favor de su aserto.<br />— Pa mí —decía el comisario— es uno de estos dos... L’otra gente qu’estuvo esa noche son gente vieja’el pueblo y no son capaces’e una jechuría mesejante con don Casiano. ¿Y a vos qué te parece, oficial?...<br />— Yo comparto su opinión, señor...<br />— Güeno, pero ¿cómo hacemos pa saber quién es?...<br />— Si usté me deja, don Frutos —dijo el cabo Leiva— yo los hago hablar con una güena estaqueada...<br />— ¡No sea bárbaro, cabo!—saltó Arzásola—. Hay que proceder con métodos humanos. Déjemelos a mí...<br />— Güeno —accedió don Frutos— te los dejo hasta mañana. L’único que te pido es que los tengás sin comer y sin darles agua. ¡Total! Un día de ayuno no hace mal a ninguno...<br />Un poco a regañadientes el oficial consintió a esta última petición y procedió a interrogarlos.<br />Toda la noche estuvo valiéndose de las preguntas más sutiles sin ningún resultado. Finalmente gritó y amenazó, con gran contento del cabo Leiva y del agente de turno, pero tampoco obtuvo fruto alguno. Cuando, cansado, renunció a su tarea para ir a dormir, no había sacado nada en limpio.<br />Él también tenía el convencimiento de que uno de los dos era el culpable, pero no acertaba a determinar cuál de ellos era. Desesperado, acudió a sus libros y, a la mañana siguiente, después de saludar a don Frutos, dijo:<br />— Vea comisario. Ayer no conseguí nada, pero hoy espero tener éxito porque voy a aplicar el psicoanálisis.<br />— Metele nomás, muchacho... L’único que te repito es que los tengás sin comer y sin agua lo mesmo que si jueran a comulgar. Eso ayuda.<br />El oficial hizo traer a uno de los detenidos y le dijo:<br />— Le voy a decir una serie de palabras y usted me va a contestar lo primero que le venga a la cabeza. ¿Entendió?...<br />—No...<br />Una y otra vez repitió Arzásola su explicación y al fin logró hacerse entender.<br />Empezó:<br />— Blanco.<br />— Blanco.<br />— Rancho.<br />— Rancho.<br />— ¡Oh! dígame otra cosa, lo primero que se le ocurra.<br />— Y no se me ocurre nada, pues, sino lo que usté me dice…<br />Después de luchar media mañana decidió probar con el otro de modo diferente.<br />— Vea —le dijo—, aquí tiene una serie de palabras. Léalas y abajo de cada una escriba lo que le venga en gana, ¿sabe?...<br />— Sí, oficial, pero el caso es que no sé escrebir.<br />Viéndolo sudoroso y fatigado don Frutos le invitó:<br />— Mirá, mandalo adentro otra vez y descansá un poco...<br />—Gracias, don Frutos…<br />Cuando hubo cumplido el mandato y vino a sentarse junto al viejo, éste le preguntó, después de alcanzarle un mate:<br />— ¿Y cómo pa trabaja el sircoanálisi ése que decís vos?...<br />— En lo sustancial no es sino el estudio de las palabras o de los actos que dicen o realizan las personas en forma inconsciente, para relacionarlas con un hecho determinado.<br />— ¡...Cha que sos difísil. m’hijo! ¿Y qué pa e’inconsciente?...<br />— Lo que se hace sin pensar, en forma habitual y automática..., casi por costumbre, como usted, por ejemplo, cuando está preocupado, se tira de la barba...<br />— ¡Ajá!...<br />— Con esos actos el individuo, sin querer, se traiciona y suelta cosas ocultas.<br />Don Frutos pensó un rato y dijo:<br />— ¿Sabés que tenés razón, m’hijo? Mirá, no te preocupés má y dejame a mí que yo le voy a aplicar el sircoanálisi. A mí también me gusta el progreso.<br />Arzásola suspiró resignado y mansamente aceptó.<br />— Como usted quiera, don Frutos.<br />La siesta fue calurosa en extremo y los dos detenidos se desesperaban pidiendo agua al inmutable cabo o a los inconmovibles agentes.<br />Cuando después de su larga siesta apareció don Frutos en el local, ya lo estaba esperando Leiva.<br />— Mirá —dijo el viejo al cabo—. Andá a traerme unas naranjas, un plato y un cuchillo.<br />Cuando tuvo las cosas pedidas en su poder, el comisario acomodó sobre la mesa una naranja en un plato y a su lado colocó el cuchillo.<br />— Hacé pasar al más flaco —ordenó después.<br />El detenido vino y se quedó esperando, pensando en la clase de suplicio a que sería sometido.<br />— Sentate allí —invitó don Frutos— y tomate esa naranja. Dispués vamos a hablar.<br />Brillaron los ojos del sediento al oírlo y después de sentarse empezó a pelar la dorada esfera con todo cuidado, luego la succionó golosamente hasta la última gota, colocando las semillas en el plato.<br />— Ponete en el rincón y esperá —le dijo don Frutos enseguida.<br />Mandó al cabo que limpiase el plato y colocara sobre él una naranja y el cuchillo como antes.<br />Cuando el otro sospechoso oyó la invitación, se arrojó sobre la fruta, le arrancó un pedazo de cáscara de un mordisco y empezó a chuparla a los estrujones.<br />— Éste es... —sentenció don Frutos—. Metelo otra vez en el calabozo.<br />Después, dirigiéndose al del rincón, se disculpó:<br />— Perdoná, m’hijo, l’encerrona, pero tenía qu’encontrar al culpable y vos no tenías a naides que te hubiera visto junto al río, como dijiste. Andate nomás.<br />Arzásola, que no salía de su asombro, interrogó atónito:<br />— Pero, don Frutos, ¿cómo puede resolverlo con tanta seguridad? ¿Y si se equivoca?…<br />— ¡Qué me voy a enquivocar, m’hijo! El sircoanálisi no engaña...<br />— No entiendo, comisario.<br />— Sos lerdo, muchacho. ¿No les viste tomar naranjas a esos dos?<br />— Sí...<br />— Y güeno, el primero, a pesar de haber pasado desde ayer a la tarde sin probar agua, no se impacientó, peló la fruta con calma y puso las semillas en el plato; el otro, en cambio, anduvo a los empujones, se atropelló todo y tiró las cáscaras y semillas donde cayeran.<br />— ¿Y eso qué tiene que ver con don Casiano?...<br />— Que el que lo golpeó fue un atropellado que de puro nervioso le erró el garrotazo a la cabeza y le pegó solamente de refilón; dispués, de apurao, apenas si lo revisó por arribita y se jué... Perdé cuidado que si el culpable hubiera sido el primero no le fallaba ni un negro’e uña y luego le hubiera sacao hasta las medias pa ver si no tenía escondido algo. Estos tipos sin yel, tranquilos como agua’e tanque, son una cosa seria cuando les da por hacerse los malandras.<br />— Tiene razón, don Frutos.<br />— Güeno, y ahora vamos al boliche a tomar una cañita...<br />Salieron y a la media cuadra oyeron un alarido de angustia que erizó los pelos del oficial.<br />— ¿Y eso?... ¿Oyó, don Frutos?...<br />— Sí, pero no te apurés, muchacho. Es el cabo Leiva que le está aplicando el sircoanálisi a su modo al malevo ése pa hacerle firmar la confesión y averiguar ande ha escondido la plata que le sacó al viejo.<br /><br /><br />MODISMOS REGIONALES<br />• Nicó: voz guaraní sin significado real, pero que se usa para dar mayor énfasis a la expresión: “Yo nicó le dije”, por “Yo le dije”.<br />• Pa: otra voz guaraní con que se da mayor énfasis a la expresión.<br />• La castilla: el castellano.<br />• Hachazo: golpe dado con el filo del cuchillo o facón.<br />• Islilla: clavícula.<br />• Viandazo: argentinismo vulgar. Golpe dado generalmente con la parte plana del cuchillo o con cualquier otro objeto contundente.<br />• Changa: servicio o trabajo que se presta circunstancialmente, a cambio de una retribución; por extensión se designa a toda ganancia inesperada, que llega por vías no habituales.<br />• Monte: juego de cartas muy popular en nuestra campaña, en el que el banquero saca de la baraja cuatro naipes y volviéndola luego, va descubriendo naipe por naipe hasta que sale uno igual a otro de la mesa, el cual gana sobre su pareja.<br />• Estaqueada: castigo frecuente en los fortines o en los obrajes; consistía en atar con guaseas frescas, a cuatro estacas, las manos y los pies del hombre condenado a esa pena; al secarse, las guascas se ponían tensas y sometían a un verdadero martirio las coyunturas del reo.<br />• Encerrona: operación campera, durante la doma, en que otros jinetes encierran al caballo que monta el domador, impidiéndole que se aleje del lugar y facilitando así la tarea.<br />• Malandra: forma argentina de malandrín: maligno, perverso, bellaco. Designa generalmente a la gente de mal vivir.<br />• Palo a pique: poste clavado profundamente en la tierra. Los llamados corrales de “palo a pique” estaban constituidos por postes puestos unos a continuación de los otros, lo que les daba gran seguridad para resistir los embates de la hacienda chúcara.<br />• Ande ha de ir el güey que no are: expresión popular criolla, que se refiere, por extensión, al hombre de malos instintos que en cualquier lugar adonde vaya, fatalmente realizará alguna fechoría. Quiere decir don Frutos que siempre será fácil localizarlo por sus malas andanzas.<br />• Ni un negro’e uña: ni el pequeño espacio en que, en el extremo de la uña, suele depositarse suciedad. Expresión que responde a un habitual gesto gráfico que, señalando el extremo de la uña, se acompaña con la frase: “ni esto…”</span></div>CLAUDIA MATAShttp://www.blogger.com/profile/08680303192978096634noreply@blogger.com8