domingo, 28 de junio de 2009

FACUNDO (fragmentos)




DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

INTRODUCCIÓN (fragmento)

"Je demande á l'historien l'amour de I'humanité ou de la liberté; sa justice impartiale ne doit pas étre impassible. Il faut, au contraire, qu'il souhaite, qu'il espére, qu'il souffre, ou soit heureux de ce qu'il raconte. " (1)

VILLEMAIN,

Cours de littérature

¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años aún después de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: "¡No; no ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá! " ¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin. La naturaleza campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en política regular capaz de presentarse a la faz del mundo, como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar los aires de un genio que domina los acontecimientos, los hombres y las cosas. Facundo, provinciano bárbaro valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en la tierra, ¿por qué sus enemigos quieren disputarle el título de Grande que le prodigan sus cortesanos? Sí; grande y muy grande es, para gloria y vergüenza de su patria, porque si ha encontrado millares de seres degradados que se unzan a su carro para arrastrarlo por encima de cadáveres, también se hallan a millares las almas generosas que, en quince años de lid sangrienta, no han desesperado de vencer al monstruo que nos propone el enigma de la organización política de la República. […] Necesítase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada (2), estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos en que están pegados.




CAPÍTULO l (fragmento)

La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de arte, las tiendas de comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que, caracteriza, en fin, a los pueblos cultos.
La elegancia en los modales, las comodidades del lujo, los vestidos europeos, el frac y la levita tienen su centro y su lugar conveniente. […]
El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive de la vida civilizada, tal como la conocemos en todas partes: allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad, todo cambia de aspecto: el hombre de campo lleva otro traje, que llamaré americano, por ser común a todos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos; sus necesidades, peculiares y limitadas; parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro.
Aún hay más: el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad, rechaza con desdén su lujo y sus modales corteses; y el vestido del ciudadano, el frac, la capa, la silla, ningún signo europeo puede presentarse impunemente en la campaña.







CAPÍTULO II (fragmento)
EL GAUCHO MALO

Éste es un tipo de ciertas localidades, un outlaw (3), un squatter (4), un misántropo particular. Es el "Ojo de Halcón" (5), el Trampero de Cooper (6), con toda su ciencia del desierto, con toda su aversión a las poblaciones de los blancos, pero sin su moral natural y sin sus conexiones con los salvajes. Llámanle el Gaucho Malo, sin que este epíteto lo desfavorezca del todo. La justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio y casi con respeto. Es un personaje misterioso: mora en la pampa, son su albergue los cardales, vive de perdices y mulitas (7); si alguna vez quiere regalarse con una lengua enlaza una vaca, la voltea solo, la mata, saca su bocado predilecto y abandona lo demás a las aves mortecinas (8). De repente, se presenta el gaucho malo en un pago de donde la partida acaba de salir: conversa pacíficamente con los buenos gauchos, que lo rodean y lo admiran; se provee de los vicios, y si divisa la partida, monta tranquilamente en su caballo y lo apunta hacia el desierto, sin prisa, sin aparato, desdeñando volver la cabeza. La partida rara vez lo sigue; mataría inútilmente sus caballos, porque el que monta el gaucho malo es un parejero pangaré (9) tan célebre como su amo. Si el acaso lo echa alguna vez, de improviso, entre las garras de la justicia, acomete a lo más espeso de la partida (10), y a merced de cuatro tajadas (11) que con su cuchillo ha abierto en la cara o en el cuerpo de los soldados, se hace paso por entre ellos, y tendiéndose sobre el lomo del caballo, para sustraerse a la acción de las balas que lo persiguen, endilga (12) hacia el desierto, hasta que, poniendo espacio conveniente entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y marcha tranquilamente. Los poetas de los alrededores agregan esta nueva hazaña a la biografía del héroe del desierto, y su nombradía vuela por toda la vasta campaña. A veces, se presenta a la puerta de un baile campestre, con una muchacha que ha robado; entra en baile con su pareja, confúndese en las mudanzas del cielito, y desaparece sin que nadie se aperciba (13) de ello. Otro día se presenta en la casa de la familia ofendida, hace descender de la grupa a la niña que ha seducido, y, desdeñando las maldiciones de los padres que le siguen, se encamina tranquilo a su morada sin límites.
Este hombre divorciado con la sociedad, proscrito por las leyes; este salvaje de color blanco, no es, en el fondo un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. Él osado prófugo que acomete una partida entera es inofensivo para con los viajeros. El gaucho malo no es un bandido, no es un salteador; el ataque a la vida no entra en su idea, como el robo no entraba en la idea del Churriador: roba, es cierto; pero ésta es su profesión, su tráfico, su ciencia. Roba caballos. Una vez viene al real de una tropa (14) del interior: el patrón propone comprarle un caballo de tal pelo extraordinario, de tal figura, de tales prendas, con una estrella blanca en la paleta. El gaucho se recoge, medita un momento, y después de un rato de silencio contesta: "No hay actualmente caballo así". ¿Qué ha estado pensando el gaucho? En aquel momento, ha recorrido en su mente mil estancias (15) de la pampa, ha visto y examinado todos los caballos que hay en la provincia, con sus marcas, color, señales particulares, y convencídose de que no hay ninguno que tenga una estrella en la paleta: unos las tienen en la frente; otros, una mancha blanca en el anca. ¿Es sorprendente esta memoria? ¡No! Napoleón conocía por sus nombres, doscientos mil soldados, y recordaba, al verlos, todos los hechos que a cada uno de ellos se referían. Si no se le pide, pues, lo imposible, en día señalado, en un punto dado del camino, entregará un caballo tal como se le pide, sin que el anticiparle el dinero sea un motivo de faltar a la cita. Tiene sobre este punto, el honor de los tahúres sobre las deudas.
Viaja a veces a la campaña de Córdoba, a Santa Fe. Entonces se le ve cruzar la pampa con una tropilla de caballos por delante: si alguno lo encuentra, sigue su camino sin acercársele, a menos que él lo solicite.







CAPÍTULO III (fragmento)

El gaucho estima, sobre todas las cosas, las fuerzas físicas, la destreza en el manejo del caballo, y, además, el valor. (...)
El gaucho anda armado del cuchillo que ha heredado de los españoles: esta peculiaridad de la Península, este grito característico de Zaragoza (16): ¡guerra a cuchillo!, es aquí más real que en España El cuchillo, a más de un arma, es un instrumento que le sirve para todas sus ocupaciones: no puede vivir sin él; es como la trompa del elefante, su brazo, su mano, su dedo, su todo. El gaucho, a la par de jinete, hace alarde de valiente, y el cuchillo brilla a cada momento, describiendo círculos en el aire, a la menor, provocación, sin provocación alguna, sin otro interés que medirse con un desconocido; juega a las puñaladas, como jugaría a los dados. Tan profundamente entran estos hábitos pendencieros en la vida íntima del gaucho argentino, que las costumbres han creado sentimientos de honor y una esgrima que garantiza la vida. El hombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentino lo desenvaina para pelear, y hiere solamente. Es preciso que esté muy borracho, es preciso que tenga instintos verdaderamente malos, o rencores muy profundos, para que atente contra la vida de su adversario.
Su objetivo sólo es marcarlo, darle una tajada en la cara, dejarle una señal indeleble (17). Así se ve a estos gauchos llenos de cicatrices, que rara vez son profundas. La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales, que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes; los espectadores se creen obligados, en conciencia, a separarlos.
Si sucede alguna desgracia (18), las simpatías están por el que se desgració: el mejor caballo le sirve para salvarse a parajes lejanos y allí lo acoge el respeto o la compasión. Si la justicia le da alcance, no es raro que haga frente, si corre a la partida, adquiere un renombre, desde entonces, que se dilata sobre una ancha circunferencia. Transcurre el tiempo, el juez ha sido mudado, y ya puede presentarse de nuevo en su pago, sin que se proceda a ulteriores persecuciones; está absuelto. Matar es una desgracia, a menos que el hecho se repita tantas veces, que inspire horror el contacto del asesino.


CAPÍTULO V (fragmento)

Toda la vida pública de Quiroga me parece resumida en estos datos. Veo en ellos el hombre grande, el hombre de genio, a su pesar, sin saberlo él, el César, el Tamerlán, el Mahoma. Ha nacido así, y no es cuIpa suya; descenderá en las escalas sociales para mandar, para dominar, para combatir el poder de la ciudad, la partida de la policía. Si le ofrecen una plaza en los ejércitos la desdeñará, porque no tiene paciencia para aguardar los ascensos; porque hay mucha sujeción, muchas trabas puestas a la independencia individual, hay generales que pesan sobre él, hay una casaca que oprime el cuerpo, y una táctica que regla los pasos; ¡todo esto es insufrible! La vida de a caballo, la vida de emociones fuertes, han acerado su espíritu y endurecido su corazón; tiene odio invencible, instintivo, contra las leyes que lo han perseguido, contra los jueces que lo han condenado, contra toda esa sociedad y esa organización a que se ha sustraído desde la infancia y que lo mira con prevención y menosprecio. Aquí se eslabona insensiblemente el lema de este capítulo: "Es el hombre de la Naturaleza que no ha aprendido aún a contener o a disfrazar sus pasiones, que las muestra en toda su energía, entregándose a toda su impetuosidad. Este es el carácter original del género humano"; y así se muestra en las campañas pastoras de la República Argentina. Facundo es un tipo de la barbarie primitiva: no conoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras: la melena de sus renegridos y ensortijados cabellos caía sobre su frente y sus ojos en guedejas como las serpientes de la cabeza de Medusa; su voz se enronquecía, y sus miradas se convertían en puñaladas. Dominado por la cólera, mataba a patadas, estrellándole los sesos a N. por una disputa de juego; arrancaba ambas orejas a su querida porque le pedía, una vez, 30 pesos para celebrar un matrimonio consentido por él; y abría a su hijo Juan la cabeza de un hachazo, porque no había forma de hacerlo callar; daba de bofetadas, en Tucumán, a una linda señorita a quien ni seducir ni forzar podía. En todos sus actos mostrábase el hombre bestia aún, sin ser por eso estúpido y sin carecer de elevación de miras. Incapaz de hacerse admirar o estimar, gustaba de ser temido; pero este gusto era exclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida a producir el terror en torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba a ser ejecutada, como sobre su mujer y sus hijos. En la incapacidad de manejar los resortes del gobierno civil, ponía el terror como expediente para suplir el patriotismo y la abnegación; ignorante, rodeábase de misterios y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidad natural, una capacidad de observación no común de la credulidad del vulgo, fingía una presciencia de los acontecimientos que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares.




CAPÍTULO XIII: BARRANCA YACO (fragmento)

El doctor Ortiz hace un último esfuerzo por salvar su vida y la del compañero; despierta a Quiroga, y le instruye de los pavorosos detalles que acaba de adquirir, significándole que él no le acompaña, si se obstina en hacerse matar inútilmente. Facundo, con gesto airado y palabras groseramente enérgicas, le hace entender que hay mayor peligro en contrariarlo allí, que el que le aguarda en Barranca Yaco, y fuerza es someterse sin más réplica. Quiroga manda a su asistente, que es un valiente negro, a que limpie algunas armas de fuego que vienen en la galera y las cargue: a esto se reducen todas sus precauciones.
Llega el día, por fin, y la galera se pone en camino. Acompáñale, a más del postillón que va en el tiro, el niño aquel, dos correos que se han reunido por casualidad y el negro, que va a caballo. Llega al punto fatal, y dos descargas traspasan la galera por ambos lados, pero sin herir a nadie; los soldados se echan sobre ella con los sables desnudos, y en un momento inutilizan los caballos y descuartizan al postillón, correos y asistente. Quiroga entonces asoma la cabeza, y hace, por el momento, vacilar a aquella turba. Pregunta por el comandante de la partida, le manda acercarse, y a la cuestión de Quiroga "¿Qué significa esto?", recibe por toda contestación un balazo en un ojo, que le deja muerto. Entonces Santos Pérez atraviesa repetidas veces con su espada al malaventurado ministro y manda, concluida la ejecución, tirar hacia el bosque la galera llena de cadáveres, con los caballos hechos pedazos, y el postillón, que con la cabeza abierta se mantiene aún a caballo. "¿Qué muchacho es éste? — pregunta, viendo al niño de posta, único que queda vivo —. — Este es un sobrino mío — contesta el sargento de la partida —; yo respondo de él con mi vida." Santos Pérez se acerca al sargento, le atraviesa el corazón de un balazo, y en seguida, desmontándose, toma de un brazo al niño, lo tiende en el suelo y lo degüella, a pesar de sus gemidos de niño que se ve amenazado de un peligro. Este último gemido del niño es sin embargo, el único suplicio que martiriza a Santos Pérez; después, huyendo de las partidas que lo persiguen, oculto en las breñas de las rocas, o en los bosques enmarañados, el viento le trae al oído el gemido lastimero del niño. Si a la vacilante claridad de las estrellas se aventura a salir de su guarida, sus miradas inquietas se hunden en la oscuridad de los árboles sombríos, para cerciorarse de que no se divisa en ninguna parte el bultito blanquecino del niño; y cuando llega al lugar donde hacen encrucijada dos caminos lo arredra ver venir por el que él deja, al niño animando su caballo (19).
Facundo decía también que un solo remordimiento lo aquejaba: ¡la muerte de los veintiséis oficiales fusilados en Mendoza!

NOTAS:
(1) “Je demande... ce qu’il raconte.” “Yo pido al historiador el amor a la humanidad o a la libertad: su justicia imparcial no debe ser impasible. Es necesario, al contrario, que desee, que espere, que sufra o sea feliz con lo que narra.” Villemain. Curso de literatura
(2) "desatar este nudo que no ha podido cortar la espada." Alusión al nudo gordiano. El régimen rosista, que los levantamientos militares no pudieron derribar, podrá ser derrocado tras la toma de conciencia cívica e histórica que el libro se propone crear.
(3) outlaw. Palabra inglesa que significa "fuera de la ley".
(4) squatter. Palabra inglesa que significa "advenedizo", "intruso", "usurpador ".
(5) "Ojo de Halcón": El gran cazador de la obra de Fenimore Cooper, El último de los mohicanos
(6)El Trampero. Personaje de La Pradera, de F. Cooper.
(7)mulitas. Desdentado que habita en América meridional, llamado también "peludo".
(8) aves mortecinas. Aves que comen carne de carroñas: caranchos, cuervos, etc.
(9) pangaré. Caballo de color leonado, entre doradillo y zaino.
(10) acomete a lo más espeso de la partida. Un caso así se presenta en Martín Fierro, de Hernández.
(11) tajadas. Chilenismo: tajos, cuchilladas.
(12) endilga. Encamina, dirige.
(13) aperciba. Galicismo por "se dé cuenta, lo advierta".
(14) real de una tropa. Lugar donde se realiza una feria de caballos.
(15) mil estancias. En la primera edición, página 55, dice "diez mil estancias': Sarmiento excluyó la palabra diez en atención a las observaciones de V. Alsina en su nota 2. Era una hipérbole, que manifestaba la actitud de simpatía y admiración del escritor. Alsina lo reconoce así, señalando el carácter literario de la lengua de Sarmiento opuesta a la intencionalidad teórica y sociológica: "...creo que tiene mucha poesía, si no en ideas, al menos en los modos de locución. Vd. no se propone escribir un romance, ni una epopeya, sino una verdadera historia social..."
(16) Zaragoza. Ciudad española, a orillas del Ebro. Fue llamada inmortal por la resistencia que opuso a las huestes napoleónicas durante la invasión de 1808 – 1809.
(17) Es preciso que esté…señal indeleble. Carácter del gaucho que se evidencia en el Martín Fierro.
(18) desgracia. Eufemismo del habla gauchesca para denominar un homicidio y las consecuencias que acarrea al matador.
(19) Este último gemido ... animando su caballo. Este fragmento, de sustancia primordialmente imaginativa, muestra cómo se complementan en Facundo lo histórico y lo novelesco.
¡La muerte de los 26 oficiales fusilados en Mendoza! Después de la batalla de Chacón, donde Quiroga derrotó a Videla Castillo.

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